Que narra, estando ya sanote y a «agua pasada», los hechos que ocurrieron en la ciudad de Manado un 9 de diciembre. Las fotos pertenecen casi en su totalidad al puerto de dicha ciudad.
Manado, Sulawesi, Indonesia
-día 420-
¡Está bien, ya basta! Antes de que se cuele por Wikileaks, confesaré…
Reconozco la autoría de un email, hará cosa de una semana, enviado a unos confidentes alegando empezar a sentir una extraña y novedosa sensación de: “rutina de viaje”, “falta de motivación”, “dificultad para sorprenderme”, “sentir que no lo aprovecho como al principio”, incluso “aburrimiento esporádico”, «búsqueda de nuevos incentivos»…
Probablemente tales sentimientos serían causados por una combinación de factores tales como el sedentarismo obligado y eterno a causa de la falta de transportes, el abuso de internet, la nostalgia y yo qué sé qué más. El caso es que primero lo pensé, y luego lo escribí. Y el destino, con su humor habitual debió interceptar el mensaje. “Ahhh, ¿que tú lo que quieres es caldo? Eso se dice antes, hombre, ¡soperas a caramullo tengo en Sulawesi para ti!
Ya venía mentalmente preparado, había leído mucho sobre el tema: “Indonesia es un caso aparte”, “no hay que planificar nada”, “todo sale al revés de cómo lo preparas”… No me considero precisamente alguien demasiado previsor ni organizado, así que no habría tanto de qué preocuparse, improvisación sería mi segundo nombre… Permitidme un salto espacio-temporal omitiendo mi viaje hasta Manado –merecerá una entrada aparte- y dejadme centrarme sólo en el día de ayer, con la esperanza de aplacar la ira de los dioses con mi público arrepentimiento:
Me desperté algo cansado tras el viaje, pero bueno, es un día fácil, tampoco tienes demasiado que hacer –me dije ; tanto que ni siquiera me dio por llevarme la cámara de fotos: comprar billete del ferry, sacar dinero, buscar un diccionario indonesio-inglés, comprar manzanas, montar en ferry. Eso era todo. Tenía 8 horas. ¡Ja! A mí me vas a pillar, vengo preparado… La idea era llegar esa misma noche a Pulao Biaro, una remota isla entre Sulawesi y Filipinas donde un amigo de Couchsurfing se había ofrecido a alojarme, y vaya si pintaba bien: vivir en su casa con su familia, salir a pescar con ellos, snorkel por unos arrecifes apenas sin explorar… no veía el momento de llegar a Biaro.
Terminando de ambientar, lo primero que tenéis que saber es que en Indonesia sólo el “bahasa indonesio” es el idioma que la gente entiende, además de otras lenguas locales; es totalmente inútil intentar una palabra en inglés. ¡Vamos allá!
-Selamat Pagi! Dimana… ticket… kapal… Pulao Biaro? (más o menos: buenas, ¿dónde se compran los billetes para Biaro?
-Jalan bla bla bla (que siga tieso, tuerza a la derecha y no sé qué más…). Venga.
-Jalan blu blu blu –me dice otro 10 minutos después- en una dirección, obviamente, totalmente opuesta.
– Repetimos eso durante diez veces y me veréis paseando durante horas a 40 grados. Vale, usaremos táctica india: consiste en preguntar en el mismo sitio a una decena de personas distintas, entre todas las respuestas obtenemos una media que es probable se acerque lejanamente a la verdad.
No muchas horas antes de que saliera el barco, fui informado de que no existe oficina de billetes: se compran a bordo. Vamos bien.
Eran las 4 de la tarde, faltaban 2 horas para que saliera el barco y aún no había hecho nada. No me la van a volver a dar, voy a confirmar la hora de salida que ya nos vamos conociendo:
– Yo: Jam berapa… kapal Biaro… datang? (¿a qué hora sale el barco para Biaro?)
– Corro de mujeres con todos los fardos junto al barco: Jijijijiji jijijijiji jijijijiji jijijijijiji
– Jaja, jam berapa kapal Biaro datang?
– Jijijijiji jijijijiji jijijiji, dua blas malam, mister (a las 12 de la noche)
– ¿Qué? ¿enam blas? (¿pero no era a las 6?)
– Jijijijijiji jijijijiji jijiji, dua blas malam, mister.
Ya lo sabía yo… Vamos pues a ver qué hay por Manado: ¡centros comerciales! Uno tras otro, a veces conectados por pasos elevados para no tener que bajar a la calle, ¿pero esto qué es? Toda la ciudad repleta de centros comerciales, no hay otra cosa. Con villancicos y gorros de papanoel por doquier, en bañador y sandalias, donde los velos de la calle misteriosamente se transforman en minifaldas. Bueno, al menos habrá librerías, pocas, muy pocas, y entre esas pocas nunca nadie contempló que alguien no-indonesio pudiera alguna vez plantearse traspasar el umbral. De hecho hace dos semanas que no he visto a ningún occidental.
Anda, maño, vuelve pa’casa y deja de hacer el tonto (al albergue me refiero, claro. Cuando uno viaja sólo tiende a hablarse a sí mismo con frecuencia, ¿es grave, doctores?). Uy, parece que se levanta aire de tormenta, uy, pues sí, ¡coññññññññóóó! En cinco minutos la ciudad era un caos: calles inundadas, todos en desbandada, todo se cae -palmeras y hierros a mi alrededor incluidos-, el rato que pasé absurdamente protegido bajo un porche, puesto que ya iba calado, fue suficiente para que la ciudad entera se convirtiera en un pantanal, y claro, ¿habéis visto alguna vez un pantano con vehículos? Yo no. Hale, majete, a pasear se ha dicho. ¿Y por una tromba de agua más –pensaréis con buen criterio- después del monzón en el sureste asiático iba yo a escribir dos folios de entrada? A ver: focos fuera –debió decir alguien por ahí- y de repente todo quedó a oscuras. ¿Por dónde dices que cae mi casa? ¿A quién le pregunto yo? ¿Pero dónde está todo el mundo? ¿Holaaaaa? ¿Selamat petang??? Bueno, me suena que era por allá, así que arremángate (¿para qué?) y p’alante contra la corriente. En esto que me vino a la mente la cantidad de alcantarillas sin tapar y agujeros y zanjas de la calle, lo más parecido que he hecho –por ahora- a caminar por un campo de minas…
Por un azar misericordioso llegué al albergue, eran ya las 23.30. ¡Ahí vaaa! Tenía que sacar dinero. Bueno, me había sorprendido días atrás la cantidad desproporcionada de cajeros que había por ahí, eso no iba a ser un problema, ¿o sí? ¿se os había ocurrido alguna vez que los cajeros van enchufados a la luz? Me quedaban 5 euros…
Suficiente para conseguir llegar hasta ese barco (esta vez conseguí una moto, que me llevó a cambio de uno de los paquetes de tabaco que le llevaba a mi anfitrión), y junto al puerto oscurecido: ¡un cajero alumbrado como por luz divina! ¡Es mi día de suerte! –me dije-, no te acepto tu tarjeta –me dijo- … Inspira, respira… bendito yoga. Me han dicho que había cajeros en Biaro, hagamos un acto de fé. Pero como Adrián Improvisación que me llamo, ¡voy a montarme en ese barco!
De nuevo: ¿hola? ¿hooooolaaaaa? Nadie. Conseguía ver a gente montada en el barco, como 20 metros mar adentro. JELOOOOOOOOO!!!!!!!! UEEEEEEEEEEEEEE!!!!!!!!!! BIAROOOOOOOOOO! Al final salió un tío del barco, haciendo gestos con la mano (no podría decir con seguridad de qué tipo). Venía motivado ya: saltamos valla, entramos a puerto, ya veremos cómo montamos barco. Y allí estaban mis amigas de esta tarde, apelotonadicas durmiendo en el muelle:
– Jijijijiji jijijiji, jelo misterrrrr, jijijijijiiji (yo también me habría reído de mí si me hubiera visto llegar con esas pintas)
– Jeje, jelo. Salam hangat? Kapal jam dua blas? (jeje, hola, q tal? ¿a las 12, no?)
– Jijijijiji, yessss misterrrr, jam dua blas. (eran las 12 en punto y estaban todas durmiendo en posición fetal)
Ahhhh, bueno, pues esperaremos aquí, vamos todos al mismo sitio. A la 1 de la madrugada el segurata me dijo que el barco no saldría hasta las 7 de la mañana -¿Quéééé?¿pero no me habíais dicho que dua blas? (al corrillo) –No misterrrrrr, jam tujuh blas (exactamente, las 7 de la mañana). Allí donde fueres, haz lo que vieres, había dejado de llover, así que me cambié de ropa y me hice un hueco yo también a esperar a la mañana, ya… ¿qué más podría pasar? Pues que una de las adolescentes tuviera la existencial duda de ver qué melodía de su móvil pegaba más con su personalidad, probándolas todas, una por una, varias veces… que después el segurata estallara en apoteósicos ronquidos sólo interferidos por estruendosos pedos. Al cabo del rato: silencio (ahhhhhhh)
– Prsssst kfs tsdf tsfjsk, prsssst kfs tsdf tsfjsk. Hi hiiii hiiii hiiii
¿Ahora quééé? Aunque estaba claro lo que era: ¡¡ratas!! Muchas, correteando y chillando entre el somnoliento corrillo en busca de los restos que habían dejado. Bueeeno, si ellas pueden dormir, tú no vas a ser menos, ¿no? así que relájate y… ¡Patapaf! Una osada me pegó en el pie y de una patada se fue al agua (karma bajando). Al cabo del rato sentí unas palmadas:
– Jelo mister, jijijijiji jijiji! Gratia Dei, Gratia Dei (era el nombre del barco, en el fondo son unos cachondos).
Por fin. A estas alturas para mí Biaro ya era a dónde fue Hércules tras pasar sus pruebas, mientras nos llevaban en la barcaza con todos los fardos hasta el Gratia Dei iba saboreando el néctar y la ambrosía… Algunas protestas interrumpieron mi sueño, pero seguía feliz en mi barca… rumbo a Biaro. Las protestas siguieron, el ambiente se puso tenso, el barquero se cabreó. Volvimos al muelle. Espera, espera, espera, ¿qué está pasando aquí? ¿dónde está mi Paraíso?, ¿me estoy perdiendo algo?
– Tilak kapal, mister (no barco)
– Je je –se trata claramente de un problema de comprensión- ¿quieres decir que no sale TODAVÍA, no?
– No, no, mister, tilak kapal. Cancel, cancel.
– ¿Quieres decir que después de embarcarnos y empezar a subir fardos al Gratia Dei, lo han cancelado? (le intenté decir)
– y la respuesta vino a ser: sí, mister. Quizás hay otro esta tarde a las 19h…
– ¿Y qué vais a hacer en el puerto hasta las 7 de la tarde? (estoy haciendo unos avances en mímica bastante considerables)
– (Cara de incomprensión, pese a mi gran interpretación). ¡Qué tontería de pregunta! ¡Pues estar!
– Ahhhh
Me cansé del juego, no suele ser habitual en mí abortar ideas así por las buenas, pero consideré que está vez ya estaba siendo demasiado, y me volvía a aburrir. Volví al albergue, a dormir.
Hoy no fue tan divertido, pasé la resaca de la aventura entre mantas, agüica y paracetamol. Aún así, tenía curiosidad y a eso de las 6 de la tarde me acerqué hasta el puerto, sin mochila obviamente, y allí estaban mis amigas:
-Jeloooo mister!!!!!!
– Jelo, jelo, tras “hablar” un rato les pregunté: ¿y el barco?
– Ah… al final será a las 12 de la noche, dijeron con una gran sonrisa. ¿Vienes?
Yo también sonreí, y volví para casa…
Como citó en su día Ignacio Izquierdo: “Indonesia, a tu lado, el resto del sureste asiático resulta hasta organizado”