Entrada que llega puntualmente en filipino time…
A bordo del Twin Image, Saipan, Micronesia
-dÃa 608-
TodavÃa con la mente en Indonesia, y previa escala en la ya conocida Kota Kinabalu, aterricé en Manila, o mejor dicho, 200 kilómetros al norte o un largo trayecto en autostop.
Manila es otra gran urbe asiática con un ligero toque latinoamericano. Otro mundo de contrastes, entre el lujo extremo de las mansiones valladas y las barriadas de chabolas, entre el ultramoderno barrio de Fort Bonifacio y el pasado colonial de Intramuros, entre la delincuencia que azota la capital y la infinita amabilidad del pueblo filipino… en fin, contrastes para todos los gustos y aficiones.
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¿Cómo se llevarán entre los vecinos? que cada uno piense lo que quiera…
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No es fácil amar Manila, aún a pesar de la hospitalidad y generosidad sin lÃmites de MJ, Charmaine y sus amigos, me invitaron a cenar en lujosos restaurantes, me sacaron de fiesta hasta las tantas, se esforzaron en que todo fuera perfecto… probablemente lo fue, y se lo agradezco de verdad, pero al dÃa siguiente me sorprendà a mà mismo precipitándome a por un vuelo a la remota isla de Busuanga. Y volvà a llegar al aeropuerto en plena carrera, y me volvà a encontrar con el counter cerrado, y volvà a suplicar que me dejasen embarcar, mostrando que no llevaba equipaje para facturar, y de nuevo, monté en el avión. Los hay que no aprenden.
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Más sencillos de comprender estos menús que los de China
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Cristian detuvo el barco: «es aquà -dijo- éste es el Akitsushima, un portaviones japonés de 150 metros hundido por aviones norteamericanos en la II Guerra Mundial, la popa descansa sobre el lecho marino a 40 metros de profundidad, mientras que la proa no está a más de 18». Y es que aunque apenas aparezca en Hollywood, el ejército imperial japonés atacó y conquistó Filipinas -entonces colonia de EEUU- al mismo tiempo que Pearl Harbor en Hawaii, fue ésta una tierra de largos y duros combates, dejando el record de ser uno de los paÃses más bombardeados durante el conflicto y un balance de más de 1 millón de filipinos muertos.
La sensación de pasear entre los diferentes compartimentos del portaviones e imaginar el horror de la batalla es indescriptible, bajo la mirada pasiva y triste de la bahÃa, de aguas turquesas, playas blancas e impasibles cocoteros.
Volé de Filipinas dejando en tierra una deuda enorme con el paÃs, era uno de los destinos que más habÃa perseguido y al final no pude dedicarle ni siquiera dos semanas, allà donde paraba conocÃa gente amable y generosa con la que no podÃa permanecer ni la mitad de tiempo que hubiera deseado. TenÃa una cita ineludible en Saipan el 27 de mayo para empezar con los trabajos de reparación del barco, y eso me cargaba irremediablemente un pesado cronómetro a la espalda. Cuando al final de mi tercer dÃa en Busuanga, supe con prisas que un carguero partÃa esa noche en dirección sur hacia Palawan, no me lo pensé, empaqué corriendo y continué mi ruta.
El Nido es una pequeña localidad al norte de Palawan, y cumple todos los requisitos para convertirse en un modelo de paraÃso, y estoy seguro de que en un plazo menor de 10 años, será mundialmente vendido como tal: lugar completamente apartado del resto del mundo, pequeño, tranquilo, de gente amable, y con tantas islas alrededor como ganas se tengan de buscar. Islas diminutas con volcanes, selvas, arrecife y playas de publicidad de agencia de viajes.
Con algo de tiempo, puedes lanzarte a descubrir todas las islas que se te antojen y crearte tu propia aventura… ¿a todas? No. A todas, no. En un conocido lugar, cuando nadaba tranquilamente hacia una playa cercana, un equipo de seguridad vino a impedirme el paso, ¿que no puedo continuar mi paseo? ¿y eso por qué?
Me asomé más, y aparecieron cámaras, rubios barbudos haciendo el paripé, y una enorme bandera sueca ondeando en la playa.
Estaba viendo el teatro de grabación de la versión sueca del programa Supervivientes, otro ejemplo más de cómo la tele nos engaña con todo lo que nos envÃa, ¿supervivientes? ¡Supervividores! Como imaginé primero, y fui confirmado después por los locales, los supuestos supervivientes sólo «sobreviven» unas 3 horas al dÃa, lo justo para tener unas cuantas buenas tomas que emitir, durante el resto del tiempo sobreviven en un resort privado sin lÃmite de lujos, a escasos metros de su playa desierta…
La anécdota graciosa vino cuando una noche que salà a cenar sólo a horario español, coincidà en el único comedor abierto con un anciano austrÃaco con el que tuve una interesante y profunda conversación; a la vuelta, como mi albergue ya estaba cerrado, decidà sentarme en la playa desierta a reflexionar sobre lo que alrededor de un tapsiloc se habÃa hablado… observo divertido a lo lejos a un grupo de gente hablando inglés con evidente acento español, se acercan, escucho, me asombro, lo pienso, lo desecho, lo pienso de nuevo, me levanto: ¿¿Cristina??, ¿¿Belén??. ¿Cuál era la probabilidad de encontrarme en el punto más remoto de un paÃs remoto a dos amigas españolas que conocà hace más de un año en las montañas del TÃbet, y que meses después visité en Beijing? La magia que hace un año sucedió cuando me encontré a Ro de pura sorpresa en Katmandú se repitió de nuevo… Si es que el mundo es mucho más pequeño de lo que nos parece, y al que no me crea, le invito a que salga a darse una vueltecica.
Puerto Princesa serÃa mi última parada en Palawan, tenÃa escaso tiempo, pero suficiente para visitar el rÃo subterráneo más grande del mundo y los aparentemente impresionantes paisajes de alrededor… al final, ni lo uno ni lo otro. Sharon me alojó durante toda mi estancia, original de Manila, trabajaba como médico rural en una empobrecida zona al sur de la ciudad; me ofreció visitar su centro de salud y con ella y sus amigxs terminé mi breve tiempo en Palawan, más que satisfecho y sin rastro de pena haberme perdido la famosa cueva.
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Tagalog, a veces tan fácil de comprender, y tan entrañable…
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Tocaba volver a Manila… ¡qué pereza! Esta vez no quise molestar a mis anfitriones de la primera ocasión, que andaban ocupados, y en su lugar conocà caras nuevas: Edgar, Leslie, Meg… que terminaron haciendo resurgir esa vieja y conocida sensación de no querer dejar tan pronto un lugar, y recordé con pena por qué me gustan tan poco los aviones.
Filipinas, última etapa de mi aventura asiática… Asia, que salió de la nada y por sorpresa mientras preparaba mi viaje a Latinoamérica, que venÃa para 4 ó 5 meses y terminé estando 16, que probablemente de no ser porque iba a realizar el sueño de atravesar un océano en velero habrÃan podido pasar todavÃa muchos más antes de que reuniera el valor y las fuerzas para dejarla atrás… La puerta Nº 1 del aeropuerto de Manila por la que me tocaba embarcar no se encontraba junto al resto, me revisaron una y mil veces todas las pertenencias, me trataron como a un detenido, recibà las preguntas más absurdas, y casi me quedo en tierra porque no encajaba en sus esquemas esa extraña historia de un billete sólo de ida y una salida en velero. Volaba a Saipan, via Guam, en Micronesia, territorios de ultramar de los Estados Unidos de América…
Asia, estando todavÃa en Manila te extrañé con más fuerza que nunca.
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¡Esta me encanta! Si es que el catolicismo está de capa caÃda
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