Kota Kinabalu (Borneo, Malasia) -dia 392-
Este post que tendría que haber aparecido en el ciberespacio un domingo 7 de noviembre, no verá la luz, con suerte, hasta seis días después… mis disculpas.
Una semana después de haber escrito este texto, confirmo los temores: los militares ganaron, hubo enfrentamientos en el estado Shan, saldados con alrededor de 10 muertos y unos 15.000 desplazados a Thailandia durante los combates, que regresaron en las horas posteriores, países como China y Rusia felicitaron, satisfechos, a los vencedores, y el circo continúa…
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Chiang Mai (Thailandia)
7 de noviembre -día 386-
Hoy es día de celebración: señoras, señores, corran, salgan a la calle; el niño, que va sin peinar; abuela, que sí, venga, que no se ha dejado nada dentro… Hale, hale, todos afuera, que esto no se ve todos los días…
– Perdone, oiga, ¿pero qué se celebra aquí?
– ¡En qué mundo vive usted! Venga, venga, por el camino le cuento…
¡Deseémonos todos un feliz día de la vergüenza, ovacionemos la tomadura de pelo a gran escala, regocijémonos con la eterna tortura de un pueblo…!
– Pero bueno, ¿está usted loco? ¿qué está diciendo?
– Pues celebrando, claro. Me uno a todos los dirigentes que han aclamado el saber hacer, el buen gusto y la clase de la Junta Militar que dirige Myanmar, que ha llamado hoy, por primera vez en veinte años al pueblo a las urnas.
– ¡Qué bien! Ya iba siendo hora…
– Sí, bueno, obviando el pequeño detalle de que la líder dirigente de la oposición y Premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, lleva encerrada casi 20 años en total, de que este partido (Liga Nacional por la Democracia) ya ganó unos comicios en 1990 por abrumadora mayoría y los generales anularon los resultados, de que en cada ocasión que ha habido masivas y pacíficas manifestaciones por la democracia han acabado en un baño de sangre de monjes y civiles, de que ni periodistas ni observadores extranjeros tienen permitido vigilar las elecciones, de que un 25% de los escaños ya están reservados para los actuales militares que quieren cambiar el uniforme por el traje, que en caso de trifulca el Jefe de las Fuerzas Armadas seguirá siendo el mandamás con poder de disolver el Parlamento, y en fin, de que los resultados de esta pantomima ya se conocen antes de ser celebradas, entre otras muchas cosas…
– ¡Qué bochorno! ¡Vaya mundo éste! Y entonces, ¿por qué se hacen?
– Bueno, hace un lavado de gato de la cara de Birmania y deja contentos a un buen puñado de países que prefieren negociar con un «país democrático» antes que con una dictadura, aunque en realidad, sigan siendo lo mismo… De todas formas, si le interesa el tema venga, venga conmigo, que le voy a presentar a unos amigos que le contarán mejor cómo andan las cosas por ahí:
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Conocí a M.A. en mi primer día en Rangoon (Yangon). Yo pensaba si visitar o no la Shwedagon Paya, pues hay que pagar una tasa de 5$ que va directamente para el Gobierno, cuando unos españoles de mi albergue me propusieron: – «Ey, ¿quieres ir a la Shwedagon por la cara? (viendo mi cara, continuaron…), pues toma esta pegatina y corre, que sólo es válida durante las próximas horas.
Corrí y paré para preguntar a un monje – de los que tanto abundan por las calles de Yangon- qué autobús coger. Pobrecico, sin pretenderlo le había metido en un apuro: ¡no lo sabía! y se empeñó en acompañarme, pagando él el taxi y haciendo de guía turístico. No me permitió discusión alguna. Llevábamos una amigable y apolítica conversación, pero ya a la puerta de la Pagoda, símbolo de Birmania, el «señor de incógnito nª1» me preguntó por él: qué hacíamos juntos, desde hace cuánto estaba con él, de qué hablábamos… Contesté todo lo educadamente que pude antes de que se dirigiese, gritando en birmano a mi amigo el monje. Se despidió escupiéndome al oído: «take care» (ten cuidado).
No hubo más conversación, los ojos de M.A. se apagaron como su voz, y ambos vagamos tristes y sin rumbo fijo por la impresionante pagoda, escoltados siempre por otros «señores de incógnito» que se pegaban a nuestros hombros para escuchar nuestra no-conversación.
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El 10% de la población birmana son monjes, lo que viene a ser casi 5 millones, la gran mayoría opositores al régimen y protagonistas de pacíficas manifestaciones y matanzas como las de 1988 y laRevolución Azafrán del 2007. También es común que todos los hombres pasen 1 ó 2 veces en su infancia y juventud por la vida monástica.
Otro porcentaje nada desdeñable de birmanos son espías, su función es escuchar y delatar, para que otros castiguen. Ellos también han protagonizado numerables y tristes momentos de la historia nacional.
U.S. vive en un pequeño pueblo del sur del Estado Shan – un gran territorio al este del país poblado por minorías étnicas, controlado por la guerrilla y asolado por el ejército, allí se cultiva la gran parte del opio que crece en Birmania- tiene 70 años, regenta una cafetería familiar, y desde que me asomé por allí no dejó de ofrecerme té de sésamo ni de hablar durante las siguientes cuatro horas de aquella tarde lluviosa de lunes:
«Yo he sido profesor la gran parte de mi vida, sí… me encantaba mi profesión y la posibilidad de dar una esperanza a gente que no tenían derecho de aspirar a una. Puedo decir que era feliz con mis chicos… Pero un día, al final de curso, el director del colegio quiso hablar conmigo a solas: el hijo de un gran militar debía obtener una elevada calificación que no merecía para poder acceder a la universidad, quitando la plaza a una brillante niña que sí la merecía… ¡Rotundamente me opuse! Me llegaron regalos, dinero, propuestas… que rechacé una tras otra. A partir de ahí todo fueron problemas, al cabo de unos meses tuve que pedir a un amigo médico que me firmara una incapacidad laboral definitiva alegando problemas cardíacos (porque en Birmania una vez se acepta un trabajo público se tiene que conservar durante el resto de la vida laboral) y ahora me dedico a mi familia y a intentar aportar lo mejor de mí a la comunidad. No me importa la riqueza, y he podido haber sido rico, ¡muy rico! pero cuando uno llega a cierta edad comprende que la única riqueza verdadera es el amor de tu familia y de tu pueblo, que durará para siempre. El otro, en el mejor de los casos, se quemará contigo en tu pira funeraria.
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U.S. trabaja junto a toda su familia en el comedor, habiendo contratado a otra gente local. Una parte de los beneficios van íntegramente destinados a proyectos de desarrollo de las comunidades indígenas: salud, educación, microcréditos… Nunca más volverá a la enseñanza, «el sistema está corrupto desde su raíz».
S.K. fue mi guía durante los días de ruta por las montañas del Estado Shan (sin guía está prohibido ser albergado por la gente local y los caminos… dejémoslo en que no hay caminos). Él era mucho más discreto, y cada vez que salía un tema político, se iba por las ramas; hasta que un día, sus pensamientos, voluntariamente o no, se oyeron por todo el valle: «¡Pero qué elecciones son éstas con nuestra líder encerrada desde hace dos décadas!»
Me volví de repente, ¿había oído bien? A partir de ese momento no hubo quien lo callase, por varios días me olvidé de las montañas y el pateo tornó debate político (más bien S.K. hablaba y yo escuchaba), y hasta se lo tomaba con humor, como la mayoría de los birmanos. Con respecto a la reciente reubicación de la capital del país en Naypidaw -un pueblo perdido entre montañas, 600 km al norte de Yangon- tenía una teoría: «los generales nos dijeron que cambiaban la capital por miedo a un bombardeo aéreo; nosotros sabemos que fue siguiendo las predicciones de una adivina. Lo que ellos no saben es que ése será su fin: «¿tú sabes cuántos soldados viven allí, en cuevas, bajo las montañas de un valle cerrado? Se morirán todos de inanición, por tontos, y ese día seremos libres»
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S.K. nunca habla de política en el pueblo, ni siquiera con sus amigos, porque nunca sabe quién está escuchando…
Los que no le tienen miedo a nada son los Moustache Brothers, tres hermanos de gran bigote cuya familia siempre se dedicó al humor. Dos de ellos fueron encarcelados largas temporadas, la mujer de uno de ellos sigue «desaparecida», el Gobierno les prohibió volver a dar espectáculos en la calle… ¿dónde los vi, entonces? Pues en su casa en Mandalay, naturalmente, donde siguen dando un espectáculo diario, y nos contaban cosas como estas:
«Aproveché mi visita a Bangkok hace años para ir al dentista, éste al verme me preguntó: – ¿usted no es de aquí, verdad?
-No, yo soy de Birmania. – Pero, hombre, con los buenos dentistas que tienen en Birmania, ¿cómo viene usted a consultarme hasta aquí? – Sí que hay buenos dentistas en mi país -le dije- pero es que allí no nos dejan abrir la boca»
Un turista les preguntó sobre la seguridad de actuar allí; sin inmutarse y señalando a una anciana que dormía sentada en la calle dijo:
– ¿Veis a esa anciana que duerme allí? Es mi madre, y no duerme: ¡vigila! Si viene la policía, silba fuerte y nosotros salimos corriendo…
¿quién queda aquí? ¿a quién detienen?
-TURISTAS!!!!! hahahahaha…. reía.
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No sólo se dedican al humor, con el dinero recaudado por las actuaciones ayudan a los presos políticos y contribuyen económica y socialmente a la causa democrática.
S.G., del Estado Shan del norte, pertenece a otra generación, con sus 30 años nunca ha vivido los sueños y las luchas de sus anteriores compañerxs, ha crecido en los años del miedo y la represión. Aún así, comprometido y activo, tenía mucho, mucho que contar:
“A mí me gustaba estudiar, leía mucho, y tenía facilidad para memorizar lo que mis maestros querían que supiese… poco a poco me fui dando cuenta de que todo eso no era nada más que propaganda y fui perdiendo interés, pero continué mis estudios, no tenía otra opción… hasta que todo cambió: para evitar nuevas revueltas universitarias, el Régimen cerró todas las universidades y escuelas superiores del país durante más de 4 años, en la década de los 90. Fue el caos: decenas de miles de jóvenes sin derecho a unos estudios avanzados, jóvenes sin futuro, generaciones perdidas para siempre…
Pero no siempre fue así, hubo excepciones. Mi hermano, por ejemplo: él era un estudiante brillante, el mejor de su promoción, lo venían siguiendo desde tiempos atrás; cuando acabó sus estudios básicos le propusieron continuarlos en el extranjero. Era evidente la paradoja: nuestro país necesitaba tecnología pero temía los movimientos universitarios, era la solución más fácil. Pero no son tontos, aprendieron bien del Gobierno Chino a cubrirse las espaldas, no salió de Birmania sin firmar un papel en el que si no regresaba al finalizar sus estudios, mis padres serían encarcelados. Estudió en la Universidad de Singapur, y después regresó, a trabajar para ellos.”
“Adrián –continuaba más tarde- la cosa está jodida, muy jodida. Muchos de mis amigos, por ejemplo, están cumpliendo una condena de 15 años en prisión, ¿su delito? repartir panfletos a las puertas de la universidad. Son gente sin miedo a nada, quizás un día yo también me decido a perderlo del todo… ¿quién lo hará si no? Las nuevas generaciones cada vez están menos interesadas y buscan una vida cómoda, las viejas ya pasaron su momento. Ahora se vive más pendiente de la falsa realidad que nos oferta el televisor que de la vida real: el fútbol y las telenovelas coreanas marcan el día a día y los temas de conversación de la gente, alrededor de la cerveza y el whisky, no hay nada más […] Aún sueño a diario con el día en el que todo cambiará, ¿sabes que está prohibido ir a la Shwedagon Paya con camiseta amarilla y sombrero de paja? Nuestra líder Aung San Suu Kyi predijo que ese día cientos de miles de personas se reunirán allí pacíficamente, así vestidos, y que otra vida aquí comenzará, ya lo verás, y espero que mis hijos también…”
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No os quiero aburrir, fueron muchas las conversaciones, muchos los buenos encuentros, mucho lo aprendido día tras día, sonrisa tras sonrisa, esperanza tras esperanza, hablando en secreto sobre realidad y utopías. Pero no quiero cerrar esta serie de testimonios sin citar a un amigo especial:
Un librero de cuyo nombre no quiero acordarme con el que me sentaba a diario a tomar tés, a charlar animadamente o a observar la calle en silencio, que me prestaba libros y me daba conocimientos… él fue el principal culpable de que decidiera permanecer más de una semana en un pequeño pueblo, siendo prácticamente el único extranjero; a él, que le debo tanto…
Sería imposible plasmar aquí toda la conversación, intentaré resumir aquí algunos puntos, otros os los contaré en persona:
La Unión de Myanmar es un país gobernado por poderosos militares prácticamente analfabetos donde la superstición juega un papel más importante que la lógica organización de un país; de ahí que la elección de fechas clave, la toma de decisiones y cambio de leyes de un día para otro, la organización política nacional, o incluso los excéntricos billetes o la ubicación de la capital nacional dependen principalmente de números mágicos de la suerte.
Pese al ridículo boicot que muchas naciones del primer mundo le hacen y la pública denuncia internacional de la vejación de derechos humanos que allí tiene lugar; la verdadera causa del mantenimiento en el poder de los gobernantes es el apoyo incondicional del Gobierno Chino, seguido por India, dos grandes asiáticos que a cambio obtienen a muy buen precio todas las materias primas de un país con uno de los suelos más ricos del mundo: gas, madera, jade, metales preciosos, minerales… que salen del país a mayor velocidad incluso que los refugiados políticos, esquilmando sus suelos. Sin olvidar al opio, que usa la puerta de atrás.
Minorías étnicas ignoradas y atacadas regularmente por el ejército, nula inversión en educación, sanidad, trabajo, infraestructuras… un gran porcentaje bajo el umbral de la pobreza, analfabetismo extremo… Afortunadamente todavía se llevan a cabo no pocos proyectos con muy buena voluntad y mejor o peor resultado, que salen desde el corazón de sus habitantes, para intentar mejorar por sí mismos lo que sus gobernantes no hacen.
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Este amigo, por ejemplo, había conseguido sacar adelante unos cuantos que estaban funcionando bastante bien, con ayuda de locales y extranjeros, se estaban realizando mejoras en la comunidad al margen de cualquier ayuda oficial. Habla con cualquiera que le quiera escuchar, ha sido decenas de veces interrogado, le siguen, le confiscan, pero sabe bien lo que se hace: “son tontos –me decía- siempre preguntan lo mismo, basta con conocer las preguntas para ir siempre un paso por delante de ellos y saber qué responder, no me voy a dejar coger tan fácilmente”.
Nos lo tomábamos con humor, juntos nos reíamos -por no llorar- de la situación: supersticiosos billetes, transportes, políticas, etc, pa’ muestra un botón:
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Hubo muchos más, como ya he dicho, pero me estoy alargando demasiado, esta entrada va dedicada a todxs ellxs, los que aquí figuran y los que no, uniéndome a la esperanza de que efectivamente, algún día próximo, encuentren esa paz que tanto merecen.
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