Bali, Indonesia
-día 455-
Gracias a Markus Rechlin y a Scott Dusek por prestarme sus hermosas fotografías para compartir con vosotros allí donde mi camarita compacta nunca podrá llegar.
Thanx a lot to Markus Rechlin and Scott Dusek for sharing their beautiful pictures from Komodo, i still owe you, at least one Bintang.
Me fui. Fruto de una decisión poco trabajada tomada en el último momento, como podría haberme quedado… pero sólo hay un barco quincenal y perderlo suponía problemas.
El agua es fuente de vida… pero es gracias a los barcos; los pasillos y las escaleras del Bukit Siguntang eran caóticos bazares: frutas, juguetes, arroces, bebidas… no obstante, nada comparado con la actividad en las cubiertas de la clase “ekonomi”, donde dormíamos hacinadas más de mil personas; sería más correcto decir que compartíamos espacio, porque dormir, poco, aquello era una fiesta. Las casi veinte horas que transcurrieron entre la isla de Sulawesi y la de Flores se diluyeron entre risas, comida compartida, guitarras, bailes, chistes, interpretaciones… y la gente que a mí ya no me parecían indonesios, esas pieles tan oscuras, esas sonrisas tan blancas, esos pelos tan locos, esas risas tan escandalosas… ¡eran africanas! Después me daría cuenta que la mitad oriental de la isla de Flores está habitado por melanesios, que se extienden a este lado del Pacífico, ¡estaba cambiando de continente sin darme cuenta!
La llegada del Pelni es todo un acontecimiento en los puertos por donde pasa, era más de medianoche en la pequeña ciudad costera de Maumere cuando el barco llegó a tierra, pero el puerto echaba humo, y no sólo por las ollas sirviendo arroz, pollo y noodles; un ejército de porteadores vestidos de naranja tomó abordó el barco en cuestión de segundos, taxistas, intermediarios, ojeks, buscavidas de todo tipo no querían perder la oportunidad de sacarse un puñado de rupias esa noche.
-¿Flores? No es ahí dónde descubren un bicho nuevo cada semana? -me dijo mi amigo Marcos, que sabe de todo-. Y efectivamente, las condiciones climatológicas, orográficas y el aislamiento territorial hicieron de esta pequeña isla todo un laboratorio viviente, incluyendo humanos. Es aquí donde se encontró la primera prueba de que los homínidos que abandonaron África no se conformaban con Asia continental, querían más, y se las ingeniaron para cruzar un bravo mar de más de 20 km, algo más loable que viajar en nuestro tiempo a la luna. De eso hace 800.000 años. ¿Y para qué? Para llegar a un abrupto peñasco en mitad del océano, completamente intransitable, ocupado por selvas y acantilados, una isla totalmente hostil para el ser humano, y de una belleza inigualable. La evolución siguió su curso, y la isla se hizo famosa por ser creadora de extremos, pues posee toda una colección de especies endémicas gigantes y enanas de todo tipo (elefantes pigmeos, ratas como perros y los célebres dragones de Komodo que veremos luego, entre otras muchas); y aqui de nuevo, incluímos humanos: el “hobbit” de Flores (Homo floreciensis) pareció ser una especie de humanos que sobrevivió hasta hace 12.000 años, familias enteras que no llegaban al metro de estatura, y que pudieron extinguirse a causa de una cataclísmica erupción volcánica.
- Volvamos un momento a una antigua foto:
Da confianza, ¿verdad? Cuando fotografié esa canoa en las islas Togian desconocía que es básicamente el mismo modelo que se lleva utilizando en el archipiélago que hoy forma Indonesia durante los últimos 10.000 años, año arriba, año abajo. Con esas embarcaciones los habitantes, buscando alternativas a los problemas de superpoblación, colonizaban nuevas tierras, y sus descendientes otras más allá… y así, china-chana, a principios del milenio que acabamos de dejar, los descendientes de los descendientes estaban llegando casi simultáneamente a Madagascar en el extremo occidental del Índico; a Nueva Zelanda en el extremo sur, dando origen a los futuros maoríes; y la Isla de Pascua, solitaria isla con casi 2.000 km de mar a su alrededor, ¡jodó con los indonesios!
Y aquí me planté yo a puntito para recibir al nuevo año: una fiesta familiar, con sacrificio porcino incluido y regado con arak (vino de palma destilado), a la luz de las velas, en la pequeña aldea de Wodong. Este año tranquilito, no hubo uvas, no hubo chinos, no tormentas de nieve ni viejos amigos… sólo una cena discretita, un baño nocturno en el mar y uno de los cielos más hermosos que pueda recordar.
Minutos después de la medianoche me iba a dormir, dando por concluido uno de los mejores años de mi vida… por ahora.
Moni era la siguiente etapa, otra pequeña aldea que en temporada alta atrae a hordas de viajeros gracias a la magia de su Gunung Kelimutu, pero que ahora estaba tan desierta como sus cimas y cráteres.
Es sólo un volcán más, de los muchos que por la región abundan, pero su fama viene legítimamente dada por los tres lagos que cambian aleatoriamente de color con el paso del tiempo. A mi me tocó negro, turquesa y azul oscuro; para cuando vengáis probablemente veréis marrones, verdes, amarillos y rojos… cuestión de ir probando. Los científicos dicen que estos cambios se deben a los minerales disueltos en las laderas adyacentes, que van cambiando a la misma velocidad con la que cambian las aguas; los Lio que viven en este área de Flores dicen que sí, que digan lo que quieran, pero que su monte es sagrado y las almas de los difuntos van a parar a cada uno de los lagos, en función de su edad y pureza, y como esos sabiondos sigan blasfemiando la suya va a ir al negro negrísimo.
Otro minibus atestado de gente, hierros salientes del asiento, cochinos y gallos como compañeros e infinitas curvas atravesando uno de los más bellos paisajes que jamás he visto, me llevó a Bajawa, y a descubrir sus pueblosa los pies del Gunung Inerie, una réplica exacta de ese lejano Teide.
Los ngada siguen conservando su cultura y tradiciones centenarias , y adentrarse en su tierra es similar a ser absorbido por una máquina del tiempo o entrar a un plató de cine. ¿No os lo créeis? Mirad, mirad.
El último bus me dejó, tras catorce horas de dura ruta en el extremo occidental de Flores: Labuanbajo, otra meta. Esta pequeña localidad pesquera es la puerta a todo un archipiélago conocido como Parque Nacional de Komodo, archifamoso por sus dragones, pero menos conocido por otros encantos aún más espectaculares.
El primer día tenía que cumplir con mi papel de turista, y me embarqué junto a mi nuevo amigo Markus en busca del preciado animal, un pateo de dos horas a la solana nos bastó para ver numerosos ejemplares, luchando por un pedazo de sombra; así como sus nidos, aprender de sus hábitos y toda una lección sobre dragonología… cuanto menos, curioso.
Pero el segundo día sí fue una grata e inesperada sorpresa, tras hacer cábalas y cuentas, y más vueltas y más cuentas, decidí que me iba a sorpender con un autoregalo de Navidad: iba a bucear en uno de los supuestos puntos más impresionantes del planeta. Venga, no lo pienses más, que sí, firma aquí, y aquí también, y por fin aquí. Mañana a las 7 en punto. Y me volví a embarcar hacia el Parque de Komodo, otras tres horas (sólo ida) de viaje en barca hasta tal famoso punto con un mar poco contento con nuestra presencia… ¿de verdad que merece tanto la pena?
– Bueno, ya estamos -me dijo Scotty- este es Batu Bolong, mi sitio preferido de todo el área. Bucearemos alrededor de esta montaña, la corriente es muy fuerte aquí, así que iremos buscando las mejores vías, ¿de acuerdo? Tú sólo sígueme, ya verás como no pasa nada. ¿Alguna pregunta? ¡Splashhhhhhh!
Pocas veces había disfrutado tanto con una inmersión, y aún me esperaba el plato fuerte del día; morenas, tortuguitas, lion fish, napoleon fish y hasta un amable tiburón bambú estaban bien, pero no era a ellos a quienes había venido a ver hoy, tenía una cita y estaba dispuesto a acudir…
– Este es el segundo punto de hoy – volvió a introducir Scott- aquí la corriente aún es más fuerte y la visibilidad no suele ser muy buena, por eso viven aquí. Esta inmersión no es tan profunda, pero hay que descender muy rápido para no ser arrastrado por la corriente, ¿sí? Una vez lleguemos al fondo nos tumbaremos paralelos al suelo a esperar, a ver si hay suerte…
Hubo suerte.
¡Hasta la próxima entrega!
(¿te has perdido un poco? quizá este mapa pueda ayudarte)