Archive for febrero 2010

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Entalto!

24 febrero 2010

Las fotos no terminan de hacer justicia al lugar, pero menos es nada…

Mis disculpas, hoy no hay tiempo para texto. Me sigo metiendo monte adentro y tengo que aprovechar ahora para seguir adelante, que se me despejó la carretera de nieve.
Os dejo estas primeras imágenes tibetanas de los últimos días de ascenso por la provincia de Yunnan.
Otro día, más!
Besicos y sonrisas















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En busca de Shangri-La

18 febrero 2010

Shangri-La -dia 124-

Y sigo, con paso muy lento pero constante, en mi largo camino hacia el «Techo del Mundo».
Dali, primer contacto con la montaña tras el agradable calorcito del sur, no decepcionó. Ubicada sobre el gran lago Erhai y al pie de las montañas, es una pequeña y agradable ciudad medieval, amurallada, de calles empedradas atravesadas por canales que en su día fueron potables, así como fue también capital durante los siglos en que Yunnan fue independiente; y en contraste con otras regiones que también fueron absorbidas por el gigante, los «bai» siguen siendo mayoría en la zona. Las Tres Pagodas y el Templo de Chongshen fueron la gran sorpresa de la ciudad: una magnífica sucesión de templos budistas rodeados por jardines situados en un marco natural incomparable. Todo estaba yendo bien, sospechosamente bien, y el plato fuerte se servía al día siguiente, con mi primera incursión en la montaña, pernoctando en un monasterio y disfrutando de unas nada despreciables vistas desde los más de 4.000 metros de altura del Zhonge Shan. La realidad fue bien distinta: una taquillera incompetente que me dio mal el cambio y un aragonés cabezoncico como él solo que juró que de la puerta no se pensaba mover hasta que arreglaran cuentas, acabó horas después haciendome rendir esas cuentas ante la policía la que me acusaba de cansino y escandaloso, actuando como fiscal y como intérprete al mismo tiempo. El cuento imagináis de sobra como acaba; al menos, uno intenta hacer valer sus derechos en un país donde el concepto del «individuo» está bastante olvidado. El día terminó al borde del lago… al menos, el equilibrio del universo puso en mi camino nada menos que pan y jamón!! dos manjares no vistos en muchos meses con los que compartí mi frustración, admirando de lejos las montañas. Después, una interesante velada entre expatriados perdidos en un centro sociocultural recientemente creado motivó que me fuera al día siguiente a Lijiang con muy pocas horas de sueño.

Lijiang es otra preciosa ciudad medieval situada montaña arriba, hogar de los «naxi». Esto creo que merece mención aparte, pues esta tribu que descendió de la meseta tibetana es uno de los escasos ejemplos de sociedades matrilineales que perduran en el mundo. Perdiéndose estas tradiciones cada vez más en la actualidad; desde tiempos inmemoriales las mujeres naxi controlan las relaciones sociales en la comunidad: son las únicas encargadas del cuidado de lxs hijxs y tienen cuantos amantes quieran, que reciben en su habitación pero al día siguiente vuelven a casa de su madre; esta influencia es incluso evidente en su lengua, donde las palabras femeninas tienen connotación de grandeza, y viceversa. Además de las mujeres, controlan Lijiang el Yulong Xueshan y el Haba Shan, dos moles de roca caliza de 5.500 metros de altura, visibles desde cualquier punto de la ciudad y que encierran entre ellas al río Yangtze en uno de los cañones más profundos del mundo.
Sí, hasta aquí es todo muy bonito, pero un valioso consejo daré al viajero que yo habría agradecido eternamente de haberlo sabido antes: ¡Nunca viajéis a China durante el Año Nuevo Chino! No se llena todo de fuegos artificiales y dragones correteando, sino de caos en los transportes, de automática duplicación de los precios en los pocos establecimientos que quedan abiertos, de hordas ingentes de turistas chinos invadiéndolo todo siguiendo a la guía del paraguas rojo y de parálisis total del país, resumiéndolo mucho. El estrés que me generó este cóctel en uno de los puntos calientes del turismo en el sur de China hizo que mi principal objetivo fuera abandonar a toda costa la prometedora Lijiang sin haberla apenas disfrutado 24 horas.
La impresionante Garganta del Salto del Tigre de la que hablaba antes debería haber sido la siguiente parada, pero: «sorry, it´s New Year and…», «no sigas, me lo conozco, me da igual, dame un billete para cualquier sitio lejos de aquí».

Zongdian (Gyeltong en tibetano) fue la elegida. Primera ciudad con un fuerte sabor a Tibet, aunque ubicada fuera de sus fronteras actuales (lo que me permite recorrerla libre y tranquilamente sin preocuparme por permisos o militares) se conoce en todo China como Shangri-La, en un intento conseguido del Gobierno de atraer el turismo a este remoto lugar, declarando que era éste el emplazamiento real de la imaginaria Shangri-La que describía Hilton en «Horizontes Perdidos». El bus se quedó parado de camino en la carretera, y por una vez el Año Nuevo no era el causante de mis problemas, sino una intensa nevada que me acompañó en el ascenso (bien, me reencontraba otra vez con esta vieja compañera de viaje!), poco antes de llegar el sol tuvo lástima de mí y salió unos momentos para iluminarme mi primera imagen de Tibet: manadas de yaks se paseaban sobre la nieve bajo las grandes cumbres que aparecían por todos lados.

En el pueblo, a 3.200 metros de altitud, de calles empedradas y casas de madera, ondeaban al viento las banderolas de colores y tintineaban a lo lejos las campanas de los monasterios en las blancas montañas. Una necesitada paz y tranquilidad se respiraba en el aire helado de la tarde, y aunque ignoro si está o no realmente aquí la tan buscada Shangri-La, yo por fin la he encontrado.

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…y de los Alpes al Himalaya

15 febrero 2010

Dali -día 122-

Porque los sueños están para cumplirlos.
Y aunque este rincón del mundo, tan idealizado por montañeros y viajeros no estaba contemplado en este viaje (aún sigo sin comprender los motivos), el tiempo -como se suele decir- puso a cada cual en su lugar, y a mí me trajo para acá en cuanto se le presentó la oportunidad.
Hoy los he visto, por fin, tras una noche entera subiendo desde las selvas tropicales: las primeras grandes sierras se elevan hacia todas direcciones desde Dali, y yo pienso ir detrás de ellas… Pese a toda la emoción, hoy solo fue jornada de introducción: visité varios monasterios y templos budistas en la Sierra del Jade Verde, que se extiende hasta el Tibet e India en direcciones norte y oeste, respectivamente.
No obstante, fue un gran anticipo de lo que nos espera arriba en las próximas semanas…

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Rumbo al oeste

10 febrero 2010

Jinghong, Xishuanbanna -dia 116-

De nuevo, espero comprensión por el vacío de información de los últimos tiempos, vuelvo a la carga con las últimas novedades:

Macau, para ser uno de los países más pequeños del mundo, resulta además ser dos países completamente diferentes: por un lado, preciosas calles, plazas, iglesias y monumentos, vestigios de un pasado colonial portugués no muy lejano que dio a la península un sorprendente aire mediterráneo, decorado ahora con todos los adornos que anuncian el inminente Año Nuevo Chino. Por otro lado: la vida nocturna y el juego; siendo que los casinos están prohibidos en Hong Kong y China en una sociedad con tendencia a la ludopatía, no sorprende que desde que me monté en el ferry que me trajo siguiendo la costa desde Hong Kong me inundaran de publicidad prometiéndome fortunas. Y cuando las luces de los palacios y los retablos portugueses se apagan, una nueva ciudad no apta para epilépticos despierta, disparando sus neones por todo el país.

Y al margen del aspecto exterior de Macau -donde destaca con mal gusto desde cualquier punto el Casino Lisboa-, del casco antiguo patrimonio de la humanidad, de cierta gastronomía y de la mayoría de rótulos escritos en cantonés y portugués; nadie siente la más mínima afinidad por el lejano Portugal ni por su lengua -cooficial en el país- totalmente incomprensible para el 99% de los macaenses.

Debí tener a todos los astros en mi contra mientras pasaba por Macau y todo me salía mal, sobra decir que solo entré en los casinos para observar la fauna, además de que con todo lo que llevaba encima no me llegaría ni para el parking, sí me extrañó en cambio que el monstruo de la entrada no me tirara para atrás al solo ver mis pantalones de batalla, pero sorprendiéndome y sorprendiéndoos, entré, miré y me fui. Y me fui del todo, preparando mi hatillo a la noche siguiente y regresando al agradable caos chino, emprendiendo nueva ruta, tomaría el camino del oeste recorriendo todo el sur de China esperando escalar algún día al esperado y prohibido Tibet.

Pasé de nuevo rápido por Guangdong, al refugio de caras conocidas, y la región de Guangxi fue la siguiente parada. Rural, pobre y aislada, la Región Autónoma de Guangxi es rica en minorías étnicas e impresionantes paisajes.
Incluso en la caótica ciudad de Guilin es facil encontrar una piedra y descansar a la orilla del río Li, donde los flautistas aprovechan para practicar, los pescadores faenan en sus canoas de bambú, muchos pasean o practican tai-chi, y yo escribo. Y así, en un ambiente que echaré de menos en cuanto cruce la siguiente frontera, el tiempo pasaba sin darme cuenta.

Si así es la ciudad, podéis imaginar cómo es el campo: una barcaza me descendió el río hasta el pueblo de Yangshuo, no puedo describir los paisajes ni colgar muchas fotos, pero espero que estas imagenes me ayuden un poco…

Uno de los momentos más especiales de todo el viaje fue cuando me perdí en bici por los alrededores, entre ríos y escarpadas montañas tropicales, llegando a pueblos anquilosados siglos atrás, recibiéndome la gente con sonrisas a falta de poder llevar a cabo cualquier otra comunicación… no soy tan bueno escribiendo para poder describir lo que me supuso Yangshuo, pero entre otras cosas, una mezcla de felicidad y satisfacción junto a más ganas de querer seguir conociendo y comprendiendo. Quería más, y me adentré en la montaña; a más de mil metros de altura la vida no es fácil, y la gente tuvo que adaptarse para poder cultivar en estas condiciones excavando terrazas por todo el valle, tan altas como las propias montañas, las mujeres allí conservan sus trajes tradicionales, y su pelo, enrollado bajo el pañuelo, llega hasta más allá del suelo. Yo regresaba a la montaña tras más de tres meses de tierra plana, y lo aproveché bien, pateando montes y pueblos tan a gusto, que perdí el último autobús para volver al mío, me tocaba andar… y mucho; afortunadamemente un coche pasó y me llevó valle arriba, pero ¡oh!media montaña se acababa de desplomar sobre la carretera, me tocó andar al final.

En Guangxi pasé más de una semana, y habría seguido muchas más, pero de nuevo mi visado y el viaje me lo impedían. Otro tren de pollos me llevó, tras muchas horas de viaje, a la región de Yunnan. Kunming, la capital, no tenía más particularidad que un reencuentro fugaz con Fátima y Kimmo, que hacían ruta parecida a la mía, pero de oeste a este, camino de Vietnam. Tango y yo marchamos para el sur de la región, a Xishuanbanna, último pedacito chino enclavado entre las fronteras de Laos y Birmania, conocido como “la pequeña Thailandia china”; una gran zona de selva tropical, donde el calor aprieta y a mí me gusta, y una esencia de sureste asiático predomina en el ambiente. Contrastando con la mayoría “han” del resto del país, los “dai” son la etnia principal en la región, y el thai se antepone al mandarín en todos los carteles, el pollo con coco es la especialidad culinaria y los elefantes pueblan las selvas que rodean a Jinghong, ciudad atravesada por el Mekong, donde tuve mi primer contacto con este “compañero de viaje” que desde su nacimiento en las mesetas del Tibet hasta su desembocadura en el sur de Vietnam, espero coincidir a menudo con él en los próximos meses. Estos alrededores pude recorrerlos ayer en bicicleta hasta encontrar una cascada perdida en medio de la selva, atravesando pueblos que me recibían con las mismas sonrisas y hospitalidad que viene caracterizando a los chinos.

Y ya, aprovecharé estos últimos días escondiéndome selvas adentro para disfrutar de un último y prolongado contacto con pueblos y naturaleza más inaccesibles, y de mis últimos días de manga corta y sandalias antes de dirigirme, a principios de la próxima semana (ya que el Año Nuevo y la paralización del país entero que supone, me ha dejado tirado aquí sin poder moverme) a las montañas que llevo tiempo esperando, al reencuentro con la nieve y el hielo que prometen viajar conmigo en las siguientes semanas de viaje.