Vancouver, BC, Canadá
-día 738-
(Todas las fotos son tomadas en la ciudad de Vancouver y alrededores)
Y como venía diciendo: el Twin Image atracó en Vancouver un 17 de agosto de 2011, y yo con él. ¿Y qué haría yo en Vancouver? ¡Yo qué sabía! Había llegado totalmente por casualidad, como podría haber llegado a Acapulco, Lima o Valparaíso, con el único equipaje de un permiso de trabajo en Canadá válido por un año y unas ganas agresivas de vagabundear por tierra firme.
La agenda de nuestros primeros días era clara y concisa: había que darle un repaso al barco de arriba a abajo, sacarle brillo, dejarlo como nuevo… y eso ni pintaba fácil ni relajado. Evidentemente, hubo problemas: problemas con mi visa, problemas entre los miembros de la tripulación, problemas con los plazos… Sólo en nuestra segunda noche en tierra, un altercado que derivó en violencia entre el propietario del velero y uno de los tripulantes, hizo estallar en mil pedazos esta guerra fría que se había alargado durante meses. Un lamentable espectáculo que puso fin a la odisea náutica; semanas después vendrían intereses personales, trucos de prestidigitación, dijedigodigodiegos, promesas, juicios y amenazas.
Pero Vancouver se mostraba amable y nos recibió con sus primeros días soleados y calores estivales (a mediados de agosto). Personalmente, todavía no tenía dónde acudir ni estaba motivado para pagar un albergue, así que olvidando que un día tuve dignidad, me quedé varios días más viviendo en el barco hasta que encontrase algún lugar donde guarecerme. Una vez pasó la tempestad y el barco quedó vacío y a mi merced, tuve la sensación de recuperar un sentimiento de libertad que no sentía desde que abandonase Filipinas, casi 3 meses atrás, y tenía pensado hacer uso de ella. Para ese día, el grupo de Couchsurfing de Vancouver había organizado un evento en Wreck Beach, una playa natural al oeste de la ciudad rodeada de bosques y montañas -aún nevadas-, y nudista. El ambiente más liberal y bohemio de Vancouver estaba concentrado en varios metros de arena, y el contraste viniendo de la casta y conservadora Asia no podía ser más radical.
Contraste en todos los sentidos. Allí conocería a mis primeras amistades en Norteamérica, y también me empezaría a familiarizar con el individualismo, el respeto extremo y la discreción tan poco abundantes en el lugar de donde venía. Esa primera mañana empezaría a planificar mi futura vida en la ciudad donde pensaba establecerme… provisionalmente: casa, trabajo, bicicleta, descubrir la ciudad… me llovían opciones y oportunidades, lo difícil era decidirse por una.
Y es que Vancouver guarda la reputación de ser una de las ciudades con mayor calidad de vida de todo el planeta, tiene de todo: playa, montaña, bosques, ríos, cultura, asociacionismo, multiculturalismo… sin salir del centro. Lo que la publicidad tiene más calladito es que también es uno de los lugares más caros para vivir, y que ese sol tan simpático que nos recibió suele estar escondido tras una cortina de lluvia más de nueve meses al año. Prioridad absoluta: encontrar un trabajo, ya.
Pete me alojó en su casa durante casi una semana y me dio valiosos consejos para empezar a moverme en la ciudad; Kat me hospedaría más adelante y haríamos algunas escapadas por los alrededores; Kaye -la enfermera y amiga filipina con la que hice el voluntariado en un orfanato indonesio- llegaría después de visita desde Los Ángeles, llevándome a vivir con la comunidad filipina en Vancouver… parecía que la cuestión laboral podría esperar…
Pero la dura realidad era que esa vida no podría durar mucho, y diariamente dedicaba una parte del día a buscar habitación y trabajo, a principios de septiembre había conseguido ambas cosas…
Con respecto al trabajo, las prisas y la necesidad hicieron que terminase aceptando un puesto en un restaurante mexicano, el fenómeno Banderas está en alza, y ahora hago burritos, quesadillas y tacos, aprendiendo la experiencia del ritmo de trabajo en Norteamérica y toda una serie de interesantes reflexiones que espero publicar aquí un poco más adelante (siiii, vaaaaale, con foto incluida, ¡ay que ver cómo sois!)
Y en lo que respecta a la casa… ha sido la comidilla y el tema diario de conversación de todos mis amigos durante semanas. Incapaz de encontrar un lugar en una casa comunitaria como llevaba intención, alquilé una habitación barata a las afueras de la ciudad con un tipo al que catalogué como «interesante» durante la entrevista. Este compañero de piso, mayor, periodista de profesión, activista comprometido con la ecología y los derechos humanos con el que charlé durante horas en torno a un té orgánico hecho y mezclado por él; resultó ser un cuadro psiquiátrico agudo y florido de los que veía frecuentemente por el hospital. Las anécdotas que en mi casa ocurrieron durante el mes de septiembre no darían para una entrada sino para un libro entero, a caballo entre la ciencia y la comedia. Aguanté estoicamente, un mes entero, un mes horrible, para poder recuperar una fianza que a duras penas cobré al final. Pese a todo, reinauguré mi habitación de Couchsurfing, las ganas de devolver parte de todo lo que se me ha dado durante todos estos años pudieron a los «pequeños contratiempos», y volví a alojar a viajeros de todo el mundo, que a su vez hicieron la estancia un poquito más agradable, y la casa parecía un poco más un hogar. El 30 de septiembre, salía por la puerta rumbo al que sería mi hogar de verdad.
Pero entonces… ¿qué hago aquí? ¿será que me gusta que me exploten haciendo burritos y compartir casa con un enfermo incapaz de vivir en comunidad? No voy a mentir, no ha sido fácil, pero tampoco nunca dije que el Viaje fueran sólo momentos agradables nostálgicos de recordar. El Viaje es vivir a gran intensidad, lo bueno y lo malo, y con intensidad se aprende.
Vancouver también me iba dosificando muy buenas sorpresas y aventuras, me reservaba amigxs que me han ayudado en todo lo posible y con los que he vivido momentos inolvidables, me aportó sabiduría y perseverancia, me regaló experiencias y reflexiones, me dio vida… en sólo dos meses.
No sé cuánto tiempo más le terminaré dedicando a esta ciudad que me dio la bienvenida a la esperada América, las novedosas experiencias van poco a poco tornándose en rutina y mi mente hace planes, planes, planes, a mayor velocidad de lo que puedo asimilar. Al final, como suele pasar, fruto de la casualidad o el impulso, uno de ellos trascenderá, me obligará a actuar, y me pondré de nuevo en marcha, rumbo a todavía no sé dónde. Pero no me quiero adelantar a los acontecimientos…
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¿A alguien más le resulta familiar? Hallada perdida en North Vancouver
De 23 Canada |
En el próximo episodio…