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Bajando la Baja

3 abril 2012

Whitt’s End Rancho, Baja California Sur, México

-día 891-

Tal y como está continuando el viaje en estos últimos meses, bien podría decir que en lugar de conectarme a internet, me «desconecto a internet». Me desconecto del mundo que me rodea en esta hermosa, solitaria y única península mexicana para regresar a un mundo que resulta prácticamente igual en cada país que he visitado; me desconecto de manera brusca y temporal de desiertos, de montañas y de playas y vuelvo a un lugar que conserva sus leyes y formas independientemente del tiempo y del lugar. Me desconecto de esta agradable y atemporal realidad local para regresar a una realidad global que se me hace lejana y abstracta.

Esta vez no siento el no haber narrado nada en las últimas semanas, porque han sido semanas de aprendizaje, semanas de reflexión e introspección, semanas de disfrutar un atípico -atípico para mí- tipo de viaje que ya empieza a dar sus frutos. Serán frutos de vida larga que necesitarán atención y cuidado constante para no pudrirse ni perderse, sabrosas y nutritivas piezas que espero me alimenten el resto de mi vida si soy lo suficientemente inteligente para seguir cultivándolas…

Me alargo, estaba hablando de la baja, esta península de Baja California, recorrida completamente en autostop, parando en cada pueblo, durmiendo en cada playa, charlando y disfrutando cada persona que se ponía por delante, aprendiendo en lo posible de todo ello.

Y como vale más una imagen que mil palabras, esta entrada será una valiosa entrada gráfica. Espero que la disfrutéis al menos tanto como yo lo hice.

«Un camino físico en la distancia se convierte en un camino interior hacia el centro de uno mismo»

Desierto. San Ignacio
Oasis. Mulegé
Playa I. Todos Santos
Casa México I. Mulegé
Charrada I. San José del Cabo
Taquería-Biblioteca. Playa El Coyote. Fotografía tomada por Yolotzin Bravo
Ying-Yang. Playa El Coyote. Fotografía tomada por Yolotzin Bravo
Charrada II. San José del Cabo
Niña vendiendo fresas. San José del Cabo. Fotografía tomada por Yolotzin Bravo
Playas de Chileno I. Los Cabos
Radios Comunitarias. Santa Rosalía
Debate Minería I. La Paz
Debate Minería II. La Paz
Debate Minería III. La Paz
Autostop I. La Paz
Autostop II. Loreto
Autostop III. San José del Cabo
Contacto OVNI. San José del Cabo
Playas de Chileno II. Los Cabos
Casa México II. Mulegé
Casa México III. Mulegé
Bahía Concepción. Autopista Nº I
Aburrimiento. Playa El Coyote
Cena española. Loreto
Casa México IV. Playa El Coyote
Autopista I. Rancho El Coyote
Bulevar. Loreto
Charrada II. San José del Cabo
Pelícanos. Playa El Coyote. Fotografía tomada por Yolotzin Bravo
Baile I. San José del Cabo
Baile II. San José del Cabo
Jugadores. San José del Cabo
Playa II. Todos Santos
Orquestas de pueblo-Bisbal. San José del Cabo
Amanecer. Playa El Coyote
Baile III. San José del Cabo
Casa México V. San José del Cabo
Primera misión de las Californias. Loreto
Luna Itzel. San José del Cabo. Fotografía tomada por Yolotzin Bravo
Playa III. Todos Santos
Baile IV. San José del Cabo
Fuego en la playa. Todos Santos
Charrada III. San José del Cabo
Playa. Bahía Concepción
Charrada IV. San José del Cabo
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Pa’donde apunte el guarache

19 febrero 2012

 Santa Rosalía, Baja California Sur

-día 851-

 “Si es por buscar, mejor busca lo que nunca perdiste” -recordaba Martín Caparrós antes de iniciar su viaje-, él partía sin saber adónde iba, cuánto tiempo le tomaría, qué encontraría… vagaría por un gran país buscando elementos comunes que definieran qué es la Argentina. Caparrós, a diferencia de mí, tenía un objetivo en su búsqueda. Yo salí buscando aventura y encontré amigos, fui tras la pista de monumentos, montañas y templos famosos y allí encontré personas que los habitaban. Sigo vagando, sin todavía esclarecer esos objetivos: a veces es el simple placer de deslizarme por un mapa, otras plantearme nuevos y mayores retos, en general creo que busco aprender del mundo y de mí mismo, en otras ocasiones ni yo mismo lo sé. Pero sí sé qué he encontrado: gente. Gente de todos los países, etnias, credos, nivel social, educativo y económico que me han ofrecido su ayuda desinteresadamente, gente que guíada por sus instintos han sabido ignorar las poderososas frases manchadas de miedo creadas por los gobiernos y escupidas por los medios; decenas, cientos de personas que en ese preciso instante que dura una decisión han querido escuchar a su corazón y no a su cabeza, y quisieron abrirme la puerta de sus coches, de sus casas, de sus vidas… sólo por conocernos, sólo por ayudarme, sin saber que a veces ellos también serían ayudados. Y probablemente a fecha de hoy, el aprendizaje más sabio es la certeza de que el mundo, México, y la Baja California en particular, todavía están llenos de ellas.

De Baja California
De Baja California
Darío, en San Ignacio. Fotografía tomada por Yolotzin Bravo

Eran las tantas de la madrugada cuando por fin entraba en Tijuana, a mediados de enero, el frío arreciaba y la niebla impedía toda visibilidad, nada quedaba allí de esa antigua impresión de calor y alegría que me había formado en mi última visita, esa noche Tijuana estaba desierta. Desierta la calle, desierto el ambiente, desierto de luces y de sonido preparaban la atmósfera que contrastaría con aquella noche de reencuentros: Julia volvía a abrirme las puertas por tiempo indefinido, y allí también me encontraba con Yolotzin, compañera de viaje para esta nueva etapa de descubrimiento.

La Tijuana que me recibió queda lejos de la Tijuana de los estereotipos, como siempre. “Haberlos hailos”, si sabes dónde buscarlos, pero no deja de ser una ciudad de un millón de habitantes que sobreviven y hacen su vida cotidiana como en cualquier otra capital del mundo. Sin embargo, tampoco es cualquier otra ciudad, es una ciudad rajada en dos por un muro de miedo y vergüenza, donde van a chocar frontalmente los sueños e ilusiones de millones de migrantes; es también una ciudad que antaño fue patio de recreo de un turismo que también traía sus sueños -más o menos perversos- que sí eran realizables según los dólares que trajeran en la cartera, después poco a poco la violencia y el miedo a la violencia fueron acabando con ellos, de los que queda poco más que locales cerrados y nostalgia. Farmacias sí hay, un chingo, más que bares en España, con más clientes también. Tijuana es el paraíso de todo hipocondríaco, fármacos insultantemente caros y difíciles de conseguir en el vecino del norte: antibióticos de uso hospitalario, analgésicos de caballo, y la estrella del mercado: Viagra, compiten escandalosamente por venderse más baratos que en la farmacia de al lado. Son las consecuencias de la privatización del sistema sanitario, de la medicina para ricos modelo de exportación americano, para que nos vayamos acostumbrando si no ponemos solución mientras la tiene… ¿viajes del INSERSO a Tánger? Tiempo al tiempo.

De Baja California
De Baja California
De Baja California

Esto y mucho más fueron las anécdotas de la temida ciudad. ¿Peligrosa? No, señor. Peculiar, como pocas.

Fotografía de Julien Landais

La idea -abstracta, flexible, improvisable- era recorrer toda la península de Baja California. Unos 2.000 km de ruta, dos personas, escaso presupuesto, amplios recursos, utilizando únicamente el autostop como transporte.

Con tanto kilómetro que se extendía hacia el sur, decidimos empezar hacia el este, mera intuición. Recorrer la frontera occidental inevitablemente nos llevó a conocer más de cerca el fenómeno de la migración irregular, seguimos el muro durante cientos de kilómetros, los controles militares eran numerosos a lo largo del camino. Conocimos personas que iban por primera vez, personas que ya habían sido expulsadas, personas que lo volverían a intentar, gente que vive intermitentemente a este lado del muro probando su suerte en este arriesgado juego de azar; hombres jóvenes y de mediana edad en su mayoría que han dejado todo atrás y vendido sus propiedades a las mafias por seguir un sueño o una obligación. Los que van para allá se muestran excitados, nos cuentan que el precio para que les crucen está ya entre 5.000 y 7.000 dólares americanos, y tienen derecho a 3 intentos, los pasan con documentación falsa o escondidos en los coches, si consiguen cruzar, intentarán reunirse con amigos o conocidos, y el sueño o pesadilla americanos comenzarán.

De Baja California
De Baja California

Era casi de noche cuando llegamos al pequeño pueblo de La Rumorosa, localidad de alta montaña que se alza a 1.300 metros de altura sobre el desierto, tras un abismo de rocas apiladas. Turística y congestionada en verano, su aspecto en invierno es desolador: frío, polvo y soledad. El único hotel que allí había tenía precios imposibles, pero preguntando, uno sabe: “Íjole, con este frío no vayan a acampar fuera, nooo, yo no sé bien, pero oi que alguien a quien llaman el hermano Pablo acoge de vez en cuando a los inmigrantes que se van para el otro lado, creo que también hay ancianos viviendo allá, es un tipo algo raro, pero tal vez puede darles un lugar, vayan y pregunten”.

La posibilidad de conocer un lugar así nos emocionó más que el mejor de los hoteles, y para allá fuimos.

La casa estaba varios kilómetros fuera del pueblo, en la montaña y cerca del basurero. El hermano Pablo, junto con la ayuda de familiares y amigos, construyó con paciencia y tesón un hogar para que ancianos abandonados sin recursos pudieran tener una vida digna, además ofrece descanso, ducha y alimento a los migrantes que caminan por el desierto buscando un lugar por donde saltar el muro. Lupe -la cocinera- nos contaba cómo veinte años atrás crearon el asilo de la nada, sin recibir ninguna ayuda pública, “nomás con ilusión, compromiso y trabajo. Ahora la casa atiende a cuarenta ancianos que sus familias han abandonado a su suerte, nosotros les cubrimos todas las necesidades básicas y mutuamente nos ofrecemos amor”.

De Baja California
De Baja California
De Baja California
De Baja California

Entrañables momentos como este se fueron repitiendo con un marco diferente a lo largo de nuestro viaje hacia el sur: En Ensenada, Paola y Napenda nos ofrecieron su hospitalidad y mostraron su hermoso pueblo y sus ilusiones y trabajo por colaborar haciendo de él un lugar más justo y solidario; vimos el espectáculo natural de La Bufadora, casi único en el mundo, donde el agua del mar sale catapultada a varias decenas de metros de altura; en Cataviña disfrutamos de la soledad y belleza del desierto, de las noches estrelladas y del calor del fuego; por casualidad terminamos en unas playas completamente alejadas de ciudades y carreteras asfaltadas, por casualidad también allí se habían retirado a vivir Lamar y Ray, dos americanos cansados de vivir en una rutina de trabajo y consumismo, allí se estaban poco a poco construyendo un hogar más cercano a su concepto de felicidad de lo que habían conocido hasta entonces, “nuestra sociedad no quiere entender que necesitamos vivir el momento tanto como nos necesitamos los unos a los otros, por eso nos fuimos, aquí todo es diferente” – nos dicen estos dos amigos que han cruzado el muro contracorriente.

De Baja California
De Baja California
De Baja California
Noche en la Cataviña. Fotografía tomada por Yolotzin Bravo
Coco’s Corner. Fotografía tomada por Yolotzin Bravo
De Baja California
De Baja California
Laguna San Ignacio. Fotografía tomada por Yolotzin Bravo

Nos quedamos con ellos una semana, no teníamos nada, pero lo poco que teníamos era de todos: “comparty” -decían- la fiesta de compartir. Filosofamos, improvisamos música, intentamos pescar, o disfrutábamos de un silencio colectivo… Más hacia el sur, Catalina nos rescató de una tormenta (la segunda en 11 años en ese desierto de polvo y sal) y nos metió en su casa; en San Ignacio acampamos en los jardines de la misión jesuítica de 300 años de antigüedad… Nada de esto habría sido posible sin la ayuda de todos los conductores que nos invitaron a compartir con ellos parte de su ruta, que quisieron unirse a la fiesta del compartir.

De Baja California
De Baja California
De Baja California
De Baja California
De Baja California
De Baja California
De Baja California
De Baja California

Pero en la Laguna de San Ignacio logramos más de lo que jamás habríamos creído: nos acercamos tanto que podíamos tocarlas, su respiración nos cubría de agua y emoción, su mirada fija era surrealista, su tacto era el tacto de lo prohibido… Las ballenas grises migran cada año desde Alaska y el mar de Bering hasta estas costas mexicanas para parir a sus crías, que alegremente se acercan a los humanos con la misma curiosidad con la que los humanos nos acercamos a ellas, nadan, resoplan, juegan a nuestro alrededor. Es la atracción de la región en esta época del año, y sus precios son imposibles para nosotros, nos conformaríamos con verlas desde lejos. Llegamos hasta la orilla, acampamos, hicimos amigos, trabajamos para ellos y un día nos invitaron a las barcas para verlas de cerca. Todos contentos con el intercambio, todos contentos de ayudarnos.

De Baja California
De Baja California
De Baja California
Fotografía tomada por Julien Landais
Fotografía tomada por Yolotzin Bravo
De Baja California
De Baja California
De Baja California
Fotografía tomada por Julien Landais
Fotografía tomada por Julien Landais

Guarache es una palabra originaria del purépecha (kwarachi: sandalia) incorporada al español y es el calzado tradicional usado por los campesinos mexicanos.

  • ¿Dónde vas? -preguntan.

  • Pa’ donde apunte el guarache, es a veces la respuesta…

Tampoco yo aún no sé donde voy, pero voy perfilando una idea de lo que estoy buscando y encontrando.

De Baja California
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No se puede comprar el viento

9 febrero 2012

Baja California, México

-día 842-

Años después de lo planeado, o quizá algunos antes, llego a pisar la tierra que en un principio fue el objetivo de este viaje.
Quién sabe hasta donde se prolongará, si llegaré al final, si no, el mero hecho de haber llegado y empezar a descubrirla ya merece la pena, lo que ha de venir, se irá escribiendo sobre la marcha.

Será cuestión de seguir al viento…

Nací con las manos vacías,
moriré con las manos vacías,
he visto la vida en su máxima expresión
con las manos vacías.
Marlo Morgan

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Caravanserái

7 febrero 2012

Post que llega tres semanas tarde después de largo tiempo vagando por el desierto. Por fin, sucio, cansado y polvoriento encontró un cibercafé en la pequeña localidad de Guerrero Negro, Baja California (México).

-día 840-

Es allí exactamente, en ese enclave imaginario, casi surrealista donde se erige; allí donde a duras penas se elevan los saguaros y sobreviven los coyotes, y todo el resto de la flora y la fauna perecería sin opciones: Phoenix, la cuarta ciudad más grande de los Estados Unidos, un monstruo de más de 5 millones de habitantes instalado ahí, en pleno desierto de Arizona, como un náufrago perdido en una isla en mitad del océano.

De Arizona
De Arizona
De Arizona

Siendo sincero, creo que nada me habría llevado ahora hasta esa parte del mundo salvo la visita que debía a mi amigo Dani desde hacía meses, el concepto y las ganas de visitarle siempre habían estado allí, habitando ese espacio difuso que ocupan los planes en mi mente, pero hasta entonces nunca había encontrado la manera de materializarlo. Un día al azar, mientras disfrutaba de la hospitalidad de Julia y sus amistades en Tijuana, decidí que en un par de horas saldría para Phoenix, sin previo aviso, dirección en mano; y al día siguiente ya estaba esperando a mi amigo sentado en la única sombra que daba el porche de su casa.

De Arizona
De Arizona

Los caravanseráis resultaban para la mayoría de los viajeros un inmenso bienestar y un descanso durante sus largas travesías a través del desierto. Nunca fui caravanero, pero así compararía la sensación de encontrar un viejo amigo tras un largo tiempo en el camino; un encuentro donde sobran presentaciones y formalidades, donde los silencios dicen mucho, y donde las risas, las anécdotas, los planes y las cervezas saben aún mejor que de costumbre.

De Arizona
De Arizona

Sin embargo, nunca tuve la sensación que hubiera gran cosa que hacer en esa ciudad, la mayoría de las ciudades en los Estados Unidos tienen la particularidad de que el transporte público es anecdótico y sin vehículo privado no vas a ningún sitio, y aún así, me pareció que el número de lugares interesantes que visitar en Phoenix era limitado, en Phoenix en sí mismo, porque la naturaleza que rodea a esas mismas ciudades es sin duda fascinante, cuando puedes acceder a ella.

De Arizona

Y a eso me dediqué principalmente, es posible disfrutar del desierto a un corto paseo en bicicleta a las afueras de la ciudad, y apreciar las inmejorables puestas de sol; Tempe también tiene una animada vida universitaria que da una cara más juvenil y activa a la ciudad; lxs amigxs de Dani, ocupados de día, siempre encontraban algún interesante plan para hacer por las noches, y coincidió una de ellas con el ‘First Friday’, una exhibición de arte abierta, gratuita y nocturna por las calles del centro; Charo y Juan, los tíos de Fátima, también vivían allí y nos reencontramos un par de veces entre medio de pura comida mexicana; y hasta Allison, una amiga que conocí en la otra orilla del Pacífico, de la que me enteré a última hora de que volvíamos a estar apenas a 2 km de distancia y con quien visité el Heard Museum, una exposición permanente de cultura, arte y patrimonio histórico de los nativos americanos, su conquista y el camino de su destrucción.

De Arizona
De Arizona
De Arizona
De Arizona
De Arizona

Las casí dos semanas que allí pasé transcurrieron rápido, me sentía a gusto, cómodo, a veces casi demasiado, y precisamente por eso las ganas de volver a coger la mochila y partir hacia lo desconocido me empujaban cada día con más fuerza. Cada mañana al despertar visualizaba las playas desiertas de la Baja California, las sorpresas que me depararían esos más de 1.500 km en autostop desde Tijuana hasta los Cabos, la compañía del camino y las gentes a quienes aún tenía que encontrar. Y tal y como vine, me fui. Un día inesperado, volví a armar la mochila, dejé una nota de despedida y gratitud y cerré la puerta por fuera, de nuevo camino de México, esta vez para largo.

Pero dos días antes de que eso ocurriera, pudimos organizar una bonita excursión de fin de semana al norte de Arizona, algo para no perderse: las montañas de Sedona y el Grand Canyon. Creo que las imágenes hablan por sí solas…

De Arizona
De Arizona
De Arizona
De Arizona
De Arizona
De Arizona
De Arizona
De Arizona
De Arizona
De Arizona
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Navidad en Los Angeles. Nochevieja en Tijuana

17 enero 2012

Phoenix, AZ, USA

-día 819-

Un sol nítido, grande, caliente, atípico, apareció tras el desierto para recompensarnos por el madrugón. Atrás quedaban los bosques, las montañas, los paisajes invernales de postal canadiense que se disipaban del paisaje y de la memoria conforme recorríamos kilómetros hacia el sur por la autopista número 5. Melissa y Noam me habían invitado a cenar la noche anterior a su casa de Oakland, al otro lado de la bahía, gracias a ellos pude descubrir el ambiente creativo y jovial de la Universidad de Berkeley, y con ellos descendí la costa californiana rememorando lugares aleatorios de todos los rincones del planeta que ambos habíamos tenido la hermosa oportunidad de conocer.

Dedicado a mis amigos de Vancouver
Cuando llegamos a las playas de Venice, en el extremo norte de ese caos de extraordinarias dimensiones llamado Los Angeles, comprendí que acababa de viajar al verano, fuera abrigos, gorros y guantes, ¡aquí la Navidad se celebraba en bañador!
De 24 USALos Angeles
De 24 USALos Angeles
Recetas de marihuana terapéutica

Salté de un coche y me metí en otro, mi amiga Kaye, a la que he tenido la suerte de encontrar en varios países y continentes a lo largo de este año me vino a buscar al lugar indicado, pues «there’s no such thing like public transportation in LA» solía decir la gente (no existe nada parecido al transporte público en Los Angeles), como demuestra la gran nube de contaminación que abraza la ciudad. «LLegas a tiempo para la misa de Nochebuena, ¿quieres acompañarnos?» -me preguntó ella. Mi mente trabajó rápido: a lo largo de mis viajes he asistido a ceremonias musulmanas, judías, hindúes, budistas, sijs, jainistas, animistas, new age-istas y hasta del Hare Krishna, ¿por qué no podía ir a una misa cristiana en Navidad? Fui, y como experiencia no pudo ser más sorprendente: en lugar de acudir a la tradicional iglesia católica con un señor de negro recitando al fondo los mismos versos que escuché de pequeño, me vi en un moderno edificio similar a un plató de televisión, con técnicos de luces y sonido, pantallas de cine, bandas de rock, el cura resultó ser un joven en vaqueros y camiseta que anunciaba su página en facebook, e invitaba a humoristas a contar su versión de la Navidad como un monólogo del Club de la Comedia, se proyectaron vídeos del año transcurrido donde las comuniones se realizaban en las piscinas del complejo; flashes, música y diversos efectos especiales pusieron fin a una ceremonia (más bien lo llamaría espectáculo) de casi dos horas de duración. A la salida ofrecían café, en vasos reciclabes…

De 24 USALos Angeles

No seré yo quién haga juicios al respecto, faltaría más, adeptos no les faltaban, y supongo que es algo muy norteamericano el prestar más atención a la forma que al contenido. El que quiera verlo por sí mismo, hay servicios diarios, con libertad de horario.

De 24 USALos Angeles

Seguía siendo la Nochebuena, y la celebración a la que había sido invitado semanas atrás tuvo lugar en casa de los tíos de Kaye, al que acudieron varias decenas de familiares de todas las generaciones; la cena, un delicioso menú filipino abundante y variado, al que fui repetidamente insistido para que siguiera comiendo (educado yo, sin oponer ninguna resistencia); y mientras tanto, juegos, regalos, risas y bailes que se prolongaron hasta altas horas de la madrugada, pues no en vano cierta revista científica concedía al pueblo filipino el honor de ser los seres más felices del planeta.

De 24 USALos Angeles
De 24 USALos Angeles
De 24 USALos Angeles
De 24 USALos Angeles
A decir verdad, los encuentros familiares y celebraciones navideñas se prolongaron también durante los días posteriores, y al mismo tiempo Kaye, demostrando ser una anfitriona inigualable me llevó a conocer una ciudad en la que pocas veces antes me había imaginado estar. Así, en un descapotable rojo circulamos durante horas por los laberintos de autopistas que rodean la ciudad, visitamos las colecciones de arte del Museo Getty, el ambiente vacacional de Huntington Beach, Little Tokyo, Chinatown y otros pequeños barrios de emigrantes de la gran ciudad, descubrí hermosos paisajes naturales escondidos entre el cemento y el hormigón, deambulamos y curioseamos por barrios previamente conocidos gracias a la educación recibida por la pequeña y gran pantalla: Bel-Air, Sunset Boulevard, Disneyland, Beverly Hills, y cómo no: Hollywood Boulevard y su Paseo de la Fama. En el mismo Kodak Theatre, allí donde se celebra la entrega de los Oscars, el azar y la improvisación lo organizaron todo para que acabara disfrutando por primera vez del esperado espectáculo del Cirque du Soleil.
De 24 USALos Angeles
De 24 USALos Angeles
De 24 USALos Angeles
De 24 USALos Angeles
De 24 USALos Angeles
De 24 USALos Angeles
Estrellitas al azar…
De 24 USALos Angeles
De 24 USALos Angeles

Esto… ¿me lo explican?
De 24 USALos Angeles
De 24 USALos Angeles
De 24 USALos Angeles
De 24 USALos Angeles
De 24 USALos Angeles
De 24 USALos Angeles
Jajaja, noooo, ¿en serio?, ¿se os ocurre algo más asqueroso que esto?

Una de las mayores ventajas de viajar es que nos permite conocer a mucha gente, y ese mismo azar quiso que en San Francisco coincidiera en tiempo y espacio con Charlynne, una intrépida luchadora a la que llevaba meses siguiendo virtualmente por medio de su blog; ella me invitó a pasar el Año Nuevo con sus amigos en su Tijuana natal, y yo evidentemente acepté.

De 25 México/Tijuana
De 25 México/Tijuana

La celebración consistió en pasar un día entero en una cabaña de playa cerca de Ensenada, en la Baja California, disfrutando de sabrosa comida mexicana, buenas conversaciones, risas, cervezas, sueños y tequilas, una bonita manera de empezar el 2012, tan diferente del año anterior que me sorprendió en una solitaria playa indonesia, o de aquel otro donde decenas de chinos se nos unieron en plena calle a tomar las 12 uvas en el centro de Beijing. Cada año una anécdota, producto de una historia que vamos construyendo con ilusión, energía y hambre de conocer el mundo.

De 25 México/Tijuana
Fotografía tomada por Jose
De 25 México/Tijuana
De 25 México/Tijuana
El cambio de San Diego a Tijuana fue mucho mayor de lo que mi fantasiosa mente jamás hubiera especulado, e inmediatamente me trasladó a otras fronteras cruzadas donde tras una invisible y artificial línea divisoria todo cambia, y en lugar de haber caminado unos metros, da la sensación de descender de un vuelo intercontinental. Recorría las oscuras y solitarias calles de San Diego ya entrada la noche donde no se veía un alma, un coche me abandonó en la misma frontera, allí donde una larga fila de gentes con maletas y bigotes aguardaba su turno para cruzar a México. Sin preguntar a nadie me puse al final de la cola, que poco a poco iba avanzando, crucé un tornillo rotatorio, seguí caminando, crucé otro tornillo, y de repente fui recibido por el humo picante de los tacos, luces, decenas de melodías venidas de todos los lugares, y un nuevo idioma tan agradable y familiar, hablado y a gritos, que me trasfundió un chorro enorme de felicidad y alegria. Espera… ¿y el funcionario de inmigración mexicano que me tendría que haber sellado? ¿y el gringo? Nadie. Con un puñado de pesos que llevaba en el bolsillo me pedí uno de adobo y otro de carnitas, para celebrar tan agradable recibimiento. El siguiente recibimiento, aún mejor, fue el protagonizado por Julia y Ángel, los Couchsurfers que previamente había contactado y que desde el primer momento me trataron como a un viejo amigo, o como a un hermano. Era día de celebración, pues al mismo tiempo que yo llegaban a la casa Raúl y Martha, una pareja polaco-española que pedaleaban en bicicletas reciclables desde Alaska hasta Patagonia (http://theamericasbycycle.blogspot.com/), con los que tuve ocasión de compartir enriquecedoras conversaciones y proyectos de mundos mejores, todos ellos hicieron de mis primeros días en México algo inolvidable.
De 25 México/Tijuana
De 25 México/Tijuana
De 25 México/Tijuana
La idea era ir hacia el sur, pero mi viejo amigo Arribas (ése que aún tiene pendiente escribir el post sobre Camboya en este mismo blog) regresaba a Phoenix (Arizona, USA) a primeros de enero, y yo llevaba meses prometiéndole una visita. Así retrasé por unas semanas mis planes de explorar México y volví a cruzar el muro en dirección norte, pero eso será en el próximo capítulo.
LÍMITE DE LA REPÚBLICA MEXICANA
De 25 México/Tijuana
Por favor, no echen de comer a los gringos
De 25 México/Tijuana
¿Os sentís seguros ya?
De 25 México/Tijuana
De 25 México/Tijuana
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…be sure to wear some flowers in your hair

7 enero 2012

Phoenix, AZ, USA

-día  809-

¿Quién no ha soñado alguna vez con visitar San Francisco? Ya sea un sueño de elaboración propia o producto de años de publicidad mediática, yo también lo soñaba, y fue la excusa perfecta para dejarlo todo en Canadá y salir tras él.

De 24 USA San Francisco
Un sol alto y radiante y una temperatura agradable para la piel desnuda de mis blancos brazos fue el recibimiento que la ciudad me brindó. No tenía planes, ni siquiera ideas concretas, me dejaría arrastrar por el tremendo chorro de energía que la ciudad emana, seguro que algo ocurría… Acepté la amable invitación de John Paul de quedarme a vivir en su velero; no lo había vuelto a ver desde que nos despedimos allá en la fría y norteña Unalaska y tenía muchas ganas de ver cómo le trataba la vida. Seguí las indicaciones pertinentes para llegar hasta su barco, al otro lado del emblemático Golden Gate Bridge, y a mediodía le esperaba en el lugar acordado, disfrutando por primera vez en mucho tiempo de los rayos del sol incidiendo perpendicularmente sobre mi sonrisa.
De 24 USA San Francisco
Una sabrosa comida sucedió al abrazo del reencuentro, y la tarde cayó entre paseos, conversaciones y margaritas en el tranquilo municipio de Sausalito.
De 24 USA San Francisco
De 24 USA San Francisco
Creo que San Francisco puede convertirse cada día en la ciudad que tú quieres que sea, pese a ser una urbe nueva (para estándares europeos) y no estar excesivamente masificada, su pueblo, venido desde todos los puntos del globo, ha sabido escribir una historia única en el mundo, tantas veces pionera, tantas veces creativa, tantas veces referencia internacional de diversos movimientos, de no conformarse con los parámetros establecidos, de querer ser mejores.
De 24 USA San Francisco
De 24 USA San Francisco
De 24 USA San Francisco
De 24 USA San Francisco
Como Fátima en su día, también yo tuve la sensación de estar visitando un museo inacabable, sin entrada ni horarios de apertura, un museo que se crea y se destruye cada día, con exhibiciones permanentes y temporales. Cada barrio una sala que recrea una época, cada época marcando generaciones de gente luchando por sus ideas o sufriendo las ideas de otros: la misión franciscana que los españoles crearon en el siglo XVIII, la independencia e incorporación a México, la conquista por los EEUU, la fiebre del oro que atrajo las masas a la ciudad, el gran terremoto que la devastó en 1906, la reconstrucción desde sus cenizas, las guerras y su alta presencia militar, la prisión de Alcatraz, las barriadas de inmigrantes, la generación beat en North Beach en los ’50s, el movimiento hippie que desembocó en el Verano del Amor en Haight-Ashbury en los ’60s, la pacífica lucha por los derechos homosexuales en el barrio de Castro en los ’70s… hasta las actividades llevadas a cabo por el Occupy San Francisco hace escasamente un mes.
De 24 USA San Francisco
De 24 USA San Francisco
De 24 USA San Francisco
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De 24 USA San Francisco
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De 24 USA San Francisco
De 24 USA San Francisco
Me saqué un pase de visita de 8 días, con un alojamiento de lujo sobre el bote de John Paul, intenté explorar y conocer cada rincón como un turista más, tuvimos el privilegio de navegar por la bahía a bordo del Summer Solstice, conocí a gente muy merecedora de ser conocida, y reforcé antiguas amistades. Fue muy breve porque tenía una invitación en Los Angeles a la que no quería faltar, y siempre supe que esto no era más que una pequeña introducción al potencial de la ciudad, una ciudad de la que es difícil irse satisfecho, pero lo seguiré intentando en futuras ocasiones…
De 24 USA San Francisco
De 24 USA San Francisco
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De 24 USA San Francisco
De 24 USA San Francisco
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Vuelvo al sur

30 diciembre 2011

Los Angeles, CA, USA

-día 802-

Vuelvo a intentar contar mi historia, en pedacitos, cuando se puede, pues está visto que es la única manera en que soy capaz de hacerlo. Varias son las entradas que se quedaron únicamente en el plano mental, en ese baúl infinito donde se apilan los proyectos inacabados.

De 23 Canada

Hablaban de todo un poco: del movimiento Occupy Vancouver, de las escapadas invernales por British Columbia, de experimentar en primera persona las condiciones laborales de un trabajo precario, de las emociones vividas en Vancouver que soy capaz de recoger y plasmar… Pero llegan tarde:

De 23 Canada

El Occupy Vancouver fue finalmente desmantelado por la policía tras mes y medio de acampada pacífica, donde productivas iniciativas y actividades se llevaron a cabo en uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad, instigadas por el amor y el deseo de un mundo más justo.

De 23 Canada

Para ese entonces los medios de comunicación ya habían conseguido poner a gran parte de la población en su contra y poco se pudo hacer para evitar el desalojo, que se llevó consigo además de las tiendas, un comedor social, una biblioteca libertaria, un centro de préstamo de material de invierno, una caseta de primeros auxilios, música en directo, salón de té, asambleas diarias, proyección de vídeos… y los sueños de mucha gente que durante unas semanas lo dejaron todo por ser el cambio que querían ver en la Tierra. Al menos, las ideas, son más difíciles de desalojar.

De 23 Canada

Ahora luce en la misma plaza un brillante árbol de navidad.

Joffrey Lakes, BCDe 23 Canada

La esclavitud al servicio de una jornada laboral apenas me permitió recorrer una parte del mundo merecedora de dedicarle tiempo y esfuerzo, y el precoz invierno de estas latitudes no invitaba a ello. A pesar de ello, varias fueron las pequeñas escapadas a los maravillosos bosques, montañas, islas y lagos alrededor de Vancouver, anticipo de lo que vendría después…

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Canadá, un lugar donde los humanos aún están en fase fetal en su intento de someter a la naturaleza, donde entre los escasos y dispersos refugios de asfalto, hormigón y ondas electromagnéticas aún se extiende una vasta extensión de coníferas y hielo, inabarcable con vehículos y con la imaginación, una tierra donde los que ahora llaman “First Nations” convivieron pacífica y respetuosamente con el entorno durante milenios. A principios del siglo XXI, los remanentes de esa cultura casi aniquilada continuaban luchando por sus derechos en el ‘Occupy Vancouver’.

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El trabajo en el restaurante de comida rápida… qué decir. No ha sido la experiencia más gratificante del viaje, desde luego, pero ha sido una experiencia, y como tal, un aprendizaje. A nivel práctico me ha permitido sobrevivir económicamente en Vancouver y disfrutar y conocer una de las ciudades más innovadoras y cosmopolitas que hasta ahora había visitado; y a un nivel más personal he conocido de primera mano y sufrido las condiciones de trabajo de un sector nada desdeñable de la sociedad: la avaricia de los empresarios, las estrategias de control sobre los trabajadores, la rutina y apatía del día a día, la falta de derechos y la precariedad laboral, el “trepismo” de ciertos compañeros por arañar un puesto algo menos denigrante, la solidaridad entre todos los demás y el apoyo mutuo… son lecciones que creo que no se integran en uno mismo hasta que no se sienten en primera persona, y me alegro de haberlas vivido, aunque no siempre haya sido fácil.

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Siempre fui consciente del gran privilegio que suponía saber que era una vivencia con fecha de caducidad, y podía ponérsela cuando quisiera… podría haberlo echo mucho antes, ganas nunca me faltaron, pero el estrecho círculo de amistades que me había creado en Vancouver y la ciudad en sí bien merecían el esfuerzo. Y así pasaron los meses…

Mi casa…De 23 Canada

Cuando iba camino del cuarto mes en la ciudad, el ansia del viaje pudo con cualquier otro sentimiento y en tan sólo una semana, puse fin a la realidad que poquito a poco y con cariño había construido en la que está catalogada como una de las ciudades más habitables del planeta.

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El lunes fue otro día rutinario de trabajo, el martes presenté la dimisión ante la sorpresa de los jefes y de muchos compañeros, el miércoles celebré una cena con motivo del abandono del trabajo- cumpleaños-despedida, y el jueves estaba ya viajando por Vancouver Island, la mayor isla de Norteamérica, del que apenas pude conocer superficialmente la parte sur.

Hugs for my birthday!De 23 Canada
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Su ciudad principal, Victoria, es todavía la capital del Estado, y un remanente de la conquista británica, como fácilmente se puede observar paseando sus calles. Allí nos alojaron Yogev y Be, una pareja israeli-canadiense, con la que compartimos risas y experiencias viajeras, una visita a los rincones más perdidos de la isla, y lo mejor de todo, su deliciosa cocina vegana. No había tiempo para más, esa misma noche recibiría en Vancouver la esperada visita de Enrique.

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Este viejo amigo me había sorprendido una semana antes proponiéndome su improvisada visita, no podía ser más oportuno, pues tras dejar el trabajo las ganas de volver a preparar un viaje a la antigua usanza me podían. Yolo se uniría también, y ya que su pasaporte mexicano no era bienvenido en los Estados Unidos nos lo ponía verdaderamente fácil a la hora de elegir la ruta, mi buena amiga María tuvo a bien prestarnos su coche para facilitarnos la aventura, y Sebastian, un joven alemán compañero de trabajo se apuntó en el último momento… ¡invierno, allá vamos!

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Deporte mañaneroDe 23 Canada

Más que improvisado, el viaje fue directamente no planificado. Teníamos el boceto mental de llegar a las Montañas Rocosas en pequeñas etapas, pese a las varias decenas de grados negativos que anunciaban las previsiones; teníamos ganas, ilusión, irresponsabilidad, sacos de dormir y tiendas de campaña. Lo teníamos todo, menos neumáticos de invierno. Esa primera noche, bajo la impresionante nevada que nos atrapó al empezar a ascender la Coquihalla Highway, nos tocó estrenar las tiendas y acampar sobre y bajo la nieve en una de las salidas de la autopista. Puede parecer frío, y probablemente lo fuera, pero la sensación de libertad y felicidad ante la adaptación a las dificultades vence a todo lo demás (al menos así nos pareció a algunos de nosotros).

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Cualquier sitio es bueno para un guiñoteDe 23 Canada
¡Buenos días, mundo!De 23 Canada
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Al día siguiente llegamos a nuestro primer destino: Kelowna, parando por a almorzar en un lago y aprendiendo la sofisticada técnica de la pesca en el hielo por verdaderos profesionales. En Kelowna, tras la obligatoria cata de vinos tan tradicional en el Okanagan, Chris nos alojó en su casa, nos colmó de atenciones y caprichos, y nos despedimos al segundo día realizando una ascensión nocturna a una de las montañas heladas que se alzan sobre el lago, el ron caliente con especias que iba en nuestros termos ayudó a calentar los espíritus en aquella fría noche en el valle.

El lago en cuestión…De 23 Canada
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Nos habríamos quedado más, pero debíamos continuar ruta si queríamos estar de vuelta en Vancouver a tiempo para nuestros respectivos vuelos. El pueblo de Nelson, enclavado entre montañas a los pies de las Rocosas era el siguiente objetivo, era éste un lugar que no quería dejar de visitar antes de abandonar el oeste canadiense: tradicionalmente considerado como un valle sagrado entre los indígenas americanos por la fuerte energía que emitía, dos hermanos de Washington levantaron una compañía minera 200 años atrás extrayendo del valle gran cantidad de preciados cristales; a medida que los recursos iban desapareciendo y los trabajadores emigraban, hippies venidos de todas partes del mundo se fueron asentando durante la segunda mitad del siglo XX atraídos por esa misma energía del subsuelo y llevando a cabo todo tipo de proyectos ecológicos, económicos y artísticos, creando un ambiente similar al que anteriormente había podido ver y disfrutar en pequeñas localidades de India, Guatemala o Tailandia.

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Disfrutamos del agradable ambiente invernal del pueblo, mucho más tranquilo incluso de lo que esperábamos, y continuamos ruta a Revelstoke, en el norte, o eso pensábamos. Fue una inesperada tormenta de nieve la que nos obligó a dar la vuelta en mitad de la montaña, era un riesgo innecesario continuar con nuestro plan debido al peligroso estado de las carreteras.

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“No hay casualidades, todo tiene un motivo, su razón de ser” -nos hubieran dicho en Nelson-, nunca sabré si ese frente frío acompañado de bajas presiones que azotaba furiosamente el Oeste formaba o no parte de un plan divino, pero gracias a él terminamos siendo invitados a quedarnos en una casa comunitaria que preparaba una cena con invitados de lujo. Talleres de confección de cazasueños, cocina internacional, canciones, danzas, juegos, risas, sueños… hicieron de esa improvisada noche en Nelson una de las más especiales de todo el viaje.

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Pero no había tiempo para más, los días habían pasado sin darnos cuenta y todos abandonábamos Canadá en aviones que partían hacia diferentes direcciones. El contraste del blanco suelo y cielo azul del interior iba poco a poco dando paso al gris lluvioso de Vancouver. Afortunadamente sí hubo tiempo para despedidas, tantas nuevas amistades, tantos sentimientos, tantas experiencias… de repente se convirtieron en recuerdos tras la delgada línea de ese abrazo que uno quisiera prolongar indefinidamente.

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Y ya, tuve la suerte de abandonar Vancouver en compañía de Enrique, y acampar con él la última noche de otra etapa que se cerraba en el aeropuerto de Seattle, tras un festín intempestivo de comida asiática. Un vuelo de madrugada que a veces preferiría no haber tomado me depositaba varios cientos de millas al sur, en mi cabeza aún adormecida comenzaba a resonar una famosa melodía de los 60’s:

“If you are going to San Francisco…”

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¡Gracias chicxs, por participar en el regalo-sorpesa! y aún más gracias a quien esto inventó, cortó, pegó y cosió. Aquí os muestro el resultado, ahora os tengo aún más a mano.

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Fregando platos

16 noviembre 2011

Texto que llega con un exacto mes de retraso… ¡Cruel procrastinación, deja ya de ensañarte conmigo!

Vancouver, BC, Canada,

-día 759 –

Comenzaré hoy reproduciendo un escenario corriente, común en los hogares de todo el mundo: tras ser invitado a una generosa cena, me presento voluntario a fregar los platos, Frances viene a ayudarme y comienza una ordinaria conversación que viene ya directamente doblada al castellano, en enlazadordemundos.wordpress.com todo son comodidades:

Adrián: «Por cierto, Laura me ha invitado a pasar el Día de Acción de Gracias con su familia en Kelowna, me han dado un par de días libres en el trabajo y aprovecharé para recorrer el Valle del Okanagan».
Frances: «¿Ah, sí? A mí también me invitó, pensaba ir con el coche el viernes por la tarde, viene muchísima gente, ¡va a ser un gran fin de semana!»
A: » ¿Te llevas el coche? Y que te parece si… ¡claro, si salimos unos días antes y nos vamos a las Montañas Rocosas!»
F: «¿En tan poco tiempo? No sé yo si…»
A: «Sí, bueno, será rápido, pero mejor que nada, ¿no? Podemos conducir de noche para ganar tiempo, es más, voy a llamar a un par de amigos que seguro se apuntarían y así compartimos gasolina…»
(Todavía quedaban restos de thai green curry en la mitad de los platos y ya teníamos organizado un improvisado road trip de una semana por las Rocky Mountains: un coche, cuatro personas, dos tiendas de campaña y grandes dosis de irresponsabilidad. Saldríamos pasado mañana).

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Todo sucedió tal y como estaba no-planificado: menos de 48 horas después salíamos en un coche que rezumaba comida y trastos de acampada, llovía a cántaros en Vancouver, y la noche empezaba a caer sobre la ciudad. Próxima parada: el Parque Nacional de los Glaciares.

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Se notaba como el frío había ya tomado el interior de la provincia, una lluvia fina se había mantenido fiel a nosotros durante todo el viaje y el otoño, que se presentó de golpe y con prisas ya lo había cubierto todo de amarillo nostalgia. No una sino varias canciones de La Ronda de Boltaña se solapaban en mi cabeza… el problema no mejoró cuando me encontré de repente con una réplica a tamaño natural del macizo de las Tres Sorores.

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No es conocido Canadá precisamente por ser un destino económico para el turista, llevábamos meses aprendiéndolo, y toda la infraestructura turística de las Rocosas no cumplía otra función que la de darnos cierta envidia cuando el frío y la lluvia arreciaban más de lo previsto. Pero los que tan improvisadamente nos habíamos aventurado a la excursión ya sabíamos que para dormir no hace falta más que sueño, que ninguna comida se saborea más que cualquier cosa asada en un fuego abierto tras una dura jornada de montaña, y que no hay mejor manera de terminar esas jornadas que compartiendo una botella de vino y risas bajo los resplandecientes glaciares y una incipiente nieve que comienza a cubrirlo todo… es hora de dormir, acurrucados y tiritando, mientras se escucha el rugir de la lucha de las aguas del río contra las rocas.

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Y así transcurrieron los días, veloces como el paso del otoño, conduciendo de noche, pateando de día, entre bosques, lagos y glaciares. Se dio la particularidad de que este 12 de octubre, dos maños autocondenados al ostracismo celebramos nuestra fiesta particular ascendiendo la Ruta de los Siete Glaciares y llevando el cachirulo bien alto.

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Una vez se puso el sol, como ya me tocó hacer anteriormente tantos domingos por la noche, tuve que dejar atrás los montes y emprender camino hacia tierra plana, con escasas diferencias: antes dejaba atrás esas tucas del Sobrarbe, y ahora descendía de las Montañas Rocosas, las mismas ganas de quedarme, la misma tristeza.

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Fue una larga ruta descendiendo entre interminables valles que brillaban intensamente a la luz de la luna, horas y horas de zig-zags, bosques, nieves, ríos, lagos… que se iban haciendo más y más sutiles, aun sin nunca llegar a disiparse completamente, pues es el paisaje que da razón de ser al Estado de British Columbia, y este estado es la imagen que a cualquiera le viene a la mente cuando le mencionan la palabra «Canadá»; pasada la medianoche llegábamos al pueblo de Kelowna, en pleno corazón del Okanagan. Laura salió a recibirnos, hambrienta de detalles del que fue calificado como «alocado» plan, nosotros los intercambiamos gustosamente, hambrientos de necesidades más mundanas. Todos quedamos ampliamente satisfechos con el resultado.

El Día de Acción de Gracias (Thanksgiving Day), que todos hemos visto hasta la saciedad gracias a la incansable labor de Hollywood por exportar sus valores culturales a lo largo y ancho del globo, parece que tiene su origen en una combinación de tradiciones europeas e indígenas americanas, donde ambas culturas daban gracias por una fructífera cosecha. Debido a las temperaturas que se nos vienen y a lo poquito que dura el otoño en estas latitudes, en Canadá se celebra un mes y medio antes que en el vecino sureño, y su ejecución es tan simple y maravillosa como cualquier otra fiesta de relativa importancia en otro punto del planeta: festival de platos. Tantos como quepan en la mesa, con el tradicional pavo como estrella principal, ¿pero sólo vas a comer eso? ¡de mi casa tu no te irás con hambre! ¡paf! antes de que te des cuenta ya te han calzado otro plato. Y es que hay ciertos comportamientos que parecen estar bien enraizados en el inconsciente colectivo humano, afortunadamente.

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Pasamos el día que nos quedaba explorando el valle del Okanagan, pequeño oasis de sol y agradables temperaturas alrededor de un fértil lago, un pequeño microclima mediterráneo que ha favorecido que la región se subespecializase en la bodega de Canadá, con nuevos pero prometedores vinos, quesos y aceites. Laura, acumulando aún más méritos de anfitriona ejemplar, nos preparó un circuito por las bodegas alrededor del valle, catando los diferentes vinos que se cultivan en la región, incluido el famoso ‘ice wine’, que se cosecha cuando las uvas están ya congeladas conservando así el azúcar más concentrado y resultando un vino dulce especial para postres. En definitiva, un día atípicamente esnob que puso fin a la improvisada escapada.

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Moraleja

Fregar los trastos puede resultar mucho más divertido de lo que puedes creer.

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Vancouver

26 octubre 2011

Vancouver, BC, Canadá

-día 738-

(Todas las fotos son tomadas en la ciudad de Vancouver y alrededores)

Y como venía diciendo: el Twin Image atracó en Vancouver un 17 de agosto de 2011, y yo con él. ¿Y qué haría yo en Vancouver? ¡Yo qué sabía! Había llegado totalmente por casualidad, como podría haber llegado a Acapulco, Lima o Valparaíso, con el único equipaje de un permiso de trabajo en Canadá válido por un año y unas ganas agresivas de vagabundear por tierra firme.

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La agenda de nuestros primeros días era clara y concisa: había que darle un repaso al barco de arriba a abajo, sacarle brillo, dejarlo como nuevo… y eso ni pintaba fácil ni relajado. Evidentemente, hubo problemas: problemas con mi visa, problemas entre los miembros de la tripulación, problemas con los plazos… Sólo en nuestra segunda noche en tierra, un altercado que derivó en violencia entre el propietario del velero y uno de los tripulantes, hizo estallar en mil pedazos esta guerra fría que se había alargado durante meses. Un lamentable espectáculo que puso fin a la odisea náutica; semanas después vendrían intereses personales, trucos de prestidigitación, dijedigodigodiegos, promesas, juicios y amenazas.

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Pero Vancouver se mostraba amable y nos recibió con sus primeros días soleados y calores estivales (a mediados de agosto). Personalmente, todavía no tenía dónde acudir ni estaba motivado para pagar un albergue, así que olvidando que un día tuve dignidad, me quedé varios días más viviendo en el barco hasta que encontrase algún lugar donde guarecerme. Una vez pasó la tempestad y el barco quedó vacío y a mi merced, tuve la sensación de recuperar un sentimiento de libertad que no sentía desde que abandonase Filipinas, casi 3 meses atrás, y tenía pensado hacer uso de ella. Para ese día, el grupo de Couchsurfing de Vancouver había organizado un evento en Wreck Beach, una playa natural al oeste de la ciudad rodeada de bosques y montañas -aún nevadas-, y nudista. El ambiente más liberal y bohemio de Vancouver estaba concentrado en varios metros de arena, y el contraste viniendo de la casta y conservadora Asia no podía ser más radical.

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Contraste en todos los sentidos. Allí conocería a mis primeras amistades en Norteamérica, y también me empezaría a familiarizar con el individualismo, el respeto extremo y la discreción tan poco abundantes en el lugar de donde venía. Esa primera mañana empezaría a planificar mi futura vida en la ciudad donde pensaba establecerme… provisionalmente: casa, trabajo, bicicleta, descubrir la ciudad… me llovían opciones y oportunidades, lo difícil era decidirse por una.

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Y es que Vancouver guarda la reputación de ser una de las ciudades con mayor calidad de vida de todo el planeta, tiene de todo: playa, montaña, bosques, ríos, cultura, asociacionismo, multiculturalismo… sin salir del centro. Lo que la publicidad tiene más calladito es que también es uno de los lugares más caros para vivir, y que ese sol tan simpático que nos recibió suele estar escondido tras una cortina de lluvia más de nueve meses al año. Prioridad absoluta: encontrar un trabajo, ya.

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Pete me alojó en su casa durante casi una semana y me dio valiosos consejos para empezar a moverme en la ciudad; Kat me hospedaría más adelante y haríamos algunas escapadas por los alrededores; Kaye -la enfermera y amiga filipina con la que hice el voluntariado en un orfanato indonesio- llegaría después de visita desde Los Ángeles, llevándome a vivir con la comunidad filipina en Vancouver… parecía que la cuestión laboral podría esperar…

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Desde el coche…

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Pero la dura realidad era que esa vida no podría durar mucho, y diariamente dedicaba una parte del día a buscar habitación y trabajo, a principios de septiembre había conseguido ambas cosas…

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Con respecto al trabajo, las prisas y la necesidad hicieron que terminase aceptando un puesto en un restaurante mexicano, el fenómeno Banderas está en alza, y ahora hago burritos, quesadillas y tacos, aprendiendo la experiencia del ritmo de trabajo en Norteamérica y toda una serie de interesantes reflexiones que espero publicar aquí un poco más adelante (siiii, vaaaaale, con foto incluida, ¡ay que ver cómo sois!)

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Y en lo que respecta a la casa… ha sido la comidilla y el tema diario de conversación de todos mis amigos durante semanas. Incapaz de encontrar un lugar en una casa comunitaria como llevaba intención, alquilé una habitación barata a las afueras de la ciudad con un tipo al que catalogué como «interesante» durante la entrevista. Este compañero de piso, mayor, periodista de profesión, activista comprometido con la ecología y los derechos humanos con el que charlé durante horas en torno a un té orgánico hecho y mezclado por él; resultó ser un cuadro psiquiátrico agudo y florido de los que veía frecuentemente por el hospital. Las anécdotas que en mi casa ocurrieron durante el mes de septiembre no darían para una entrada sino para un libro entero, a caballo entre la ciencia y la comedia. Aguanté estoicamente, un mes entero, un mes horrible, para poder recuperar una fianza que a duras penas cobré al final. Pese a todo, reinauguré mi habitación de Couchsurfing, las ganas de devolver parte de todo lo que se me ha dado durante todos estos años pudieron a los «pequeños contratiempos», y volví a alojar a viajeros de todo el mundo, que a su vez hicieron la estancia un poquito más agradable, y la casa parecía un poco más un hogar. El 30 de septiembre, salía por la puerta rumbo al que sería mi hogar de verdad.

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Couchsurfing life style

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Pero entonces… ¿qué hago aquí? ¿será que me gusta que me exploten haciendo burritos y compartir casa con un enfermo incapaz de vivir en comunidad? No voy a mentir, no ha sido fácil, pero tampoco nunca dije que el Viaje fueran sólo momentos agradables nostálgicos de recordar. El Viaje es vivir a gran intensidad, lo bueno y lo malo, y con intensidad se aprende.
Vancouver también me iba dosificando muy buenas sorpresas y aventuras, me reservaba amigxs que me han ayudado en todo lo posible y con los que he vivido momentos inolvidables, me aportó sabiduría y perseverancia, me regaló experiencias y reflexiones, me dio vida… en sólo dos meses.
No sé cuánto tiempo más le terminaré dedicando a esta ciudad que me dio la bienvenida a la esperada América, las novedosas experiencias van poco a poco tornándose en rutina y mi mente hace planes, planes, planes, a mayor velocidad de lo que puedo asimilar. Al final, como suele pasar, fruto de la casualidad o el impulso, uno de ellos trascenderá, me obligará a actuar, y me pondré de nuevo en marcha, rumbo a todavía no sé dónde. Pero no me quiero adelantar a los acontecimientos…

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Dim Sum with Couchsurfers

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Balkan Night

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¿A alguien más le resulta familiar? Hallada perdida en North Vancouver

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En el próximo episodio…

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… y que cumplas muchos más!

19 octubre 2011

Vancouver, BC, Canadá

-día 731-

Y ya dos años desde que cruzase aquel Puerto Biello, que se dice pronto…

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Dos años intensos, de intensas aventuras, intensos pensamientos, intensa soledad, intensos encuentros, intensos problemas, intenso aburrimiento…

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Dos años de rico aprendizaje…

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de severa autocrítica…

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de creerme perdido…

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y encontrarme de nuevo.

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Dos años de resistencia y de adaptación plena a cualquier circunstancia…

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de descubrir las pocas cosas materiales que realmente necesitamos para viajar, el escaso presupuesto con el que se puede seguir adelante y de reflexionar sobre todas aquellas «necesidades» que siempre hemos creído básicas, obligatorias e imprescindibles.

De 23 Canada

De creer estar conociendo de primera mano lo que realmente necesitamos para ser felices…

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El año pasado sobre estas fechas, exactamente en esta misma fecha, reflexionaba sobre el viaje durante una lluviosa mañana en Rangoon, Birmania. Esas líneas nunca fueron publicadas, hoy reproduciré parte de ellas:

[…]Parece fácil en principio saber cuánto he perdido por el hecho de no haber trabajado durante el pasado año, basta saber multiplicar por 12 (a fecha de hoy ya serían 24) , redondear y restar. Las ganancias, en cambio, son algo más complejas de cuantificar…


¿a cómo está actualmente el pack de diez puestas de sol?
¿cuánto gano jugando con los niños de Muang Ngoi Neua, Laos, intentando enseñarles que aunque distintos, somos todos iguales?
¿cómo puedo obtener un beneficio comprometiéndome con la causa tibetana o birmana?
¿cuánto cobran por hora de conversación los indios que aleatoriamente se sientan contigo a compartir té, samosas y curiosidades?
¿qué interés anual recibiré por los idiomas, conocimientos y experiencias que voy acumulando?
¿Cotizan al alza las acciones de SONRI.SA en los países más castigados? ¿es arriesgado invertir?
Si monto en un tren ruso con 3 paquetes de sopa de noodles instantáneos, entrego dos, y recibo gestos de agradecimiento y ternura durante el resto del viaje, ¿cuánto me queda al final?, ¿y si divido mi mate entre infinitos curiosos por una novedosa y amarga bebida, me queda cero como dice la aritmética?
[…]

De 23 Canada

«No tendré nada en mi bolsa,

pero soy millonario con mis viajes»

Miguel Manrique, vagabundo argentino

De 23 Canada

Gracias, María, por la sorpresa del jamón, nunca se me habría ocurrido mejor manera de celebrar nada.
Y también a ti, Frances, por el vino que lo acompañó y por ayudarme en mi primera experiencia con la empanada.